YA hay fechas para los debates preelectorales a nivel nacional y andaluz. Ambos encuentros se nos presentan como un triunfo del consenso a mayor gloria del espíritu democrático. Sin embargo, ¿no estaremos disfrutando los españoles una democracia de pacotilla a conveniencia de los dos grandes partidos? Fijémonos en el reparto que se hace de los debates televisados. Cosa a dúo sin oportunidad para otras alternativas. Democracia capada. Quienes van a escenificar ante las cámaras su rivalidad ya parten del acuerdo previo de jugarse ellos solos las bazas. El desprecio por la pluralidad los iguala. Somos muchos los que vemos en PSOE y PP caras de la misma moneda acomodada al poder, con algunas diferencias de matiz ideológico, pero prácticamente parejas en el ejercicio insuficiente de la gestión. Si me apuran, dos grandes máquinas de vivir a costa del contribuyente con escasa respuesta ante los problemas reales del país (corrupción, seguridad, sistema educativo, etc.) Este monopolio bipartidista se ve reforzado por una ley d´Hont que resulta razonable en situaciones de elevada fragmentación del arco político pero abusiva en un caso como el español. A eso hay que sumarle las listas cerradas, siempre adulteradas por las tensiones internas de los partidos, y las paradojas de la actual representación territorial. Todo ello en un plano político deformado por la intoxicación institucional. Nos dicen que somos libres y soberanos, pero bien podríamos sentirnos simples marionetas. Ni siquiera nos queda la oportunidad de inhibirnos porque siempre hay alguna opción que se beneficia de nuestra abstención. Así que toca hilar fino ante las urnas.