Cambio de sentido

Decrecimiento sostenible

Cuando el titular es que la Cumbre del Clima, la cultura o la salud es rentable toca echarse a temblar

Con esta mentalidad no llegamos ni a la esquina. Mientras enjuago los cacharros, la radio charla sola en otro cuarto, pero hasta mí llega, despertándome las orejas, una cifra: 148 millones de euros. Es el impacto económico que generará la Cumbre del Clima en Madrid y el gran titular del informativo. Amplían la noticia con más números: operarios en Ifema, reservas hoteleras, toneladas de material, asistentes, vuelos, trenes. Las estimaciones salen de la boca de la autoridad y la repican los medios. Todo por la pasta: cuando el titular es que la cultura, la lucha contra el cambio climático, la escuela o la salud dejará dinero es hora de echarse a temblar. Acoge la Cumbre del Clima una villa que tiene por alcalde a un señor que, -como dirían Los chunguitos- si le dan a elegir entre el Amazonas y Notre Dame, dejaría arder el bosque tropical más grande del mundo.

Cuán estridentes los contrastes, hacen brillar la falsía. La Conferencia del Clima aterriza en nuestro país en pleno frenesí del Cyber Monday, del Black Friday y del Giving Tuesday (este último consiste en limpiarte la conciencia, después de haber frito la tarjeta de crédito, contra las cortinas del mundo). Para colmo, el ecologismo se ha convertido en el nuevo objeto de consumo. Me acaba de llegar al móvil -mi porción de coltán personal- una invitación de VTC a usar sus servicios para sanar mi conciencia medioambiental. Devoramos el mundo con la misma boca con la que decimos salvarlo. A ninguno de los dirigentes que asisten en estos días a la Cumbre se les escapa cuáles son las soluciones. Pero no podrán implementarlas, el verdadero poder no lo permitiría, y creo que muchas gentes de a pie tampoco estarían dispuestas a aceptarlas. Así que allá irán, con su mejor cara, a firmar papel mojado. Da votos.

No hay otra: desechar el consumo de combustibles fósiles y decrecer son las vías hábiles para arreglárnoslas con el planeta -y con nuestra calidad de vida, para quien le interese eso más que el mundo-, para que el calentamiento se quede dentro de márgenes seguros. No lo digo yo, insisten en ello los expertos científicos. Está claro que vamos en dirección contraria. Si el decrecimiento no se organiza, él acabará organizándonos a nosotros de forma desigual e insostenible. Estallará en la cara de los de siempre, pero nos resentiremos quienes ya no estamos acostumbrados a pasar fatigas. Europa ha declarado la emergencia climática, pero yo sólo veo cajas de regalo y papeles de envolver.

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