El balcón

Martín Serrano

La Década Ominosa

JUÁREZ cumplió el pasado viernes diez años al frente del Ayuntamiento de La Línea. Diez años de cabo a rabo en el que ha habido de todo y para todos. El candidato que vino de Madrid de la mano de Jesús Gil se plantó en las elecciones municipales de 1999 con el mensaje que el pueblo linense ansiaba oír desde hacía mucho tiempo: construyamos una ciudad de la que todos podamos sentirnos orgullosos, limpia y segura, dirigida desde una concepción empresarial, amigo de mis amigos, represora contra los incómodos y los malos y molestos, una ciudad en fin que nada tenga que ver con esa que se despertaba cada día sucia, abandonada, donde reinaba el caos y la desidia y que sólo era objeto de atención por el contrabando, las drogas o su problemática social.

Juan Carlos Juárez se reunió con un equipo de gente guay, la gran mayoría de ellos linenses, que no tardaron en ponerle al corriente y el mensaje caló, vaya que caló. El GIL arrasó para alimentar la esperanza de los linenses y para vergüenza de unos partidos tradicionales que habían alimentado lo que vino.

Pero el Ayuntamiento con ser la primera empresa de la ciudad, que ya es triste que sea así, no podía ser motor de nada aplicando sobre ella el concepto de venta del patrimonio, creando una unidad policial llamada Cobra que más quisiera Harry el Sucio y consiguiendo la escoba de plata sin que se barriera como era debido lo que se fue acumulando bajo las alfombras.

En el reinado de Juárez, como en aquellos diez de la Década Ominosa de Fernando VII, se restauró el absolutismo y se disparó a diestro y siniestro contra todo aquello que se movía. Las prácticas poco claras y la desastrosa gestión económica han derivado, a pesar del escaparate de la limpieza y la seguridad, en una situación de desorden físico y sobre todo moral que no va a terminar en nada bueno, a pesar de los pelotas que pululan alrededor del rey como moscas cojoneras.

Confieso que de esta década juarista irrepetible, espero, hay dos fenómenos que me han llamado siempre poderosamente la atención: la tardanza judicial en resolver las causas que el primer edil y algunos de sus compañeros arrastran desde hace muchos años en los juzgados linenses, cuya habilidad para resolver los asuntos judiciales están muy entredicho y la poderosa fuerza de Juárez para no haber sufrido la más mínima disidencia ni cuando era jefe del GIL y ahora que lo es del PP. Aquellos que intentaron salirse del redil fueron amonestados, sentenciados y luego, poco menos que perdonados con reservas, que Juárez es todo corazón si se lo propone.

Diez años de juarismo absoluto podrían parecer suficientes, aunque aún a estas alturas tengo mis dudas sobre cuál puede ser la opción preferida de los linenses cuando vuelvan a votar. O prorrogar la década más allá o confiarse en unos partidos tradicionales muy democráticos ellos, que demostraron una insensibilidad e ineptitud supina cuando les tocó gobernar.

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