Curiosa paradoja

El presidente Sánchez ha cambiado la sensación de los españoles que no tienen más que sensaciones

Estamos observando en España un interesante fenómeno que nos da idea de cómo funciona el sistema. El inesperado éxito de una impensable moción de censura, cambió de golpe el panorama de la política. Sin acción alguna, sin proyecto, sin nada que pudiera ser ofrecido a los electores. Un golpe de efecto revestido de Consejo de Ministros dejó atónito al personal, hasta el punto de que un par de encuestas bien planteadas para el antes de la moción y el después del nombramiento del nuevo equipo de Gobierno, habrían sugerido estar ante dos realidades no ya distintas sino distantes en todos sus términos. Muchas mujeres, gente con estudios y empleo fijo: el cartel daba, con alguna reserva, para creerse que, después de todo, había alguna seriedad en el cambio. No era imaginable que de la escena que se daba en el Congreso de los Diputados, el día 1 junio, pudiera derivarse algo con sustancia. Apenas una semana después, los españoles nos despertamos con la sensación de que España iba bien.

No hay duda de que este PSOE, después de que su oligarquía dirigente se la envainara, ha ganado en prestancia. El pretendiente ha satisfecho su pretensión y ya dejando de serlo, ha insertado en su Partido una fachada sin savia que le ha dado vida nueva. Y no sólo eso, sino que ha neutralizado el crecimiento a su izquierda y dividido a la derecha en dos opciones, no fácilmente distinguibles, ni siquiera en sus líderes, y en un apéndice emergente, Vox, que va a dar que hablar. Sin hacer nada, sin tomar medida alguna valorable en términos políticos, si por tal no se tiene el control de los medios. Con un presidente que habla poco y dice menos, aconsejado por un innumerable equipo de asesores; lleno de expertos en etología y en imagen.

Queda un poco que andar para ver qué pasa con el liderazgo del Partido Popular, y ahí está la retaguardia esperando el desenlace, pero por ahora y si se consolida, una buena parte del personal empieza a no ver la diferencia entre unas derechas y otras: Casado y Rivera hasta se parecen, además de aparecer como trasuntos del mismo proyecto. Y Abascal, de Vox, queda de guarda que guarda la quintaesencia de los valores de los conservadores que inspiraron la calificación de progresista a los que lo son, los liberales.

El presidente Sánchez ha cambiado, y ha cambiado la sensación de España de los españoles que no tienen más que sensaciones. Sin que nada cambie, sin cambiar nada.

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