Las relaciones con Marruecos son uno de los ejes prioritarios de la política exterior española. Tradicionalmente su gestión ha sido enormemente complicada por una variada suma de factores. En primer lugar, se trata de dos Estados con regímenes políticos diferentes que por tanto tienen enfoques diferentes. Para un sistema democrático tratar con un régimen totalitario siempre es complicado porque sus formas de funcionar difieren, así como sobre conceptos fundamentales de su gestión. Los territorios españoles en el norte de África han sido también tradicionalmente un punto de desencuentro ya que Marruecos no los reconoce. La gestión de los flujos migratorios y su utilización como palanca de presión por Marruecos, la falta de delimitación de espacios marítimos son también elementos a añadir. La lista de temas conflictivos es larga y apenas los podemos resumir aquí. Por supuesto, la cuestión del territorio ocupado del Sáhara Occidental ha sido tradicionalmente otro de los temas complejos.

La geografía y nuestra historia común compartida obligan a las dos potencias que comparten el estrecho de Gibraltar a tratar de canalizar adecuadamente sus relaciones y a buscar cauces pacíficos para tratar las divergencias y desencuentros.

La Reunión de Alto Nivel que comenzó ayer 1 de febrero en Rabat tiene una importancia significativa. Será la primera cumbre desde el giro total del Gobierno de Pedro Sánchez en relación con el Sáhara Occidental cuando por carta de abril, España renunció a alinearse con la doctrina de Naciones Unidas, abandonó su posición neutral y sus responsabilidades históricas como potencia con obligaciones jurídico internacionales sobre el Sáhara y se inclinaba a reconocer la ocupación mediante el uso de la fuerza y la represión de los legítimos habitantes del territorio (carta remitida dos meses después del inicio de otra invasión y ocupación en Europa. ¡Qué complicado es mantener la coherencia en política exterior!).

En definitiva, esta cumbre marca el fin de una política exterior española autónoma y equilibrada respecto de Marruecos. La iniciativa pasa a nuestro vecino del sur que diseña la agenda según sus intereses. Marruecos va a decidir los temas en los que se avanza, en los que no, marcará los tiempos, diseñará la agenda y apuntalará firmemente sus intereses. La cumbre mostrará un Gobierno español rindiendo pleitesía a una satrapía, habiendo quedado claramente al descubierto sus debilidades después de no haber sabido responder en mayo de 2021 al ataque de Marruecos contra Ceuta mediante el uso desvergonzado y cruel de su propia población. Una cumbre que marca a Marruecos como gerente de parte de nuestra política exterior y con España plegada totalmente a sus intereses.

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