Desde mi pupitre

Cortinas de humo

Lanzaron a millones de alumnos, profesores y familias a los colegios porque sin las clases a tope, el país no sabe funcionar

Nadie daba un duro por el éxito de la vuelta al colegio hace un año, cuando España salía de la distópica y hasta entonces inconcebible reclusión hogareña padecida en la primavera de 2020.

El país estaba desnortado, hastiado de montarse la operación bikini en el salón, chocándose con la mesita y la lámpara de pie, pero complacido en el aplauso balconil a nuestros sanitarios y horrorizado por las cifras de fallecidos en la pandemia. Muy especialmente en las residencias de mayores, cuyos responsables, empresarios y administraciones incompetentes, han salido de rositas. Ahora volvemos a las andadas con la 5ª ola ¡y todavía se permite que sus trabajadores vayan al curro sin estar vacunados!

Lanzaron a millones de alumnos, profesores y familias a los colegios porque se había demostrado que, sin las clases a tope, el país no sabe funcionar. Se descansó muy poco aquel verano para intentar lo imposible, que en las aulas donde antes se sentaban 8 millones de alumnos juntitos, ahora se sentaran los mismos, pero a un par de metros de distancia. El caso es que las clases de nuestro país tienen unos 40-50 m2 para albergar a 25-35 chavales, lo que conduce a la famosa ratio, y esa relación espacio/alumno da para poco más de un metro de separación.

Como no se cabía, los mayores de 14 años también podían disfrutar de la docencia semipresencial, es decir, ir un día al instituto y, al siguiente, no. O sea, que recibieran la mitad de las clases que en un año normal, pero eso era lo que había. Se volvió a hacer lo imposible para minimizar los desastrosos resultados formativos que podían temerse, a veces con el formato semipresencial sincrónico, es decir, con clases diarias online, recibiendo una en el aula y la otra desde casa. ¿Cuál fue el problema? Que numerosos centros y hogares carecían del equipamiento técnico idóneo.

El otro gran remedio fueron los profesores de refuerzo Covid, excelentemente recibidos, pero que no arreglaban el problema, que era, y es, el de la escasez de espacios físicos para desdoblar grupos. A pesar de todo ello, mientras en los países de nuestro entorno se cerraron colegios e institutos, optándose por la docencia digital, la arriesgada apuesta constituyó un notable éxito en España.

Ahora llega el nuevo reto, el curso 2021-22, con los adultos vacunados, buen ritmo de pinchazos entre el alumnado de más de 12 años y una agresiva variante Delta que ha hecho su agosto. En Andalucía se anuncia la mitad del profesorado de refuerzo que el curso pasado, una de las pocas medidas exitosas que se aplicaron. Todo ello, en medio de mucha propaganda y de las llamadas a la responsabilidad de todos, que son los que otra vez tienen que sacarle al país las castañas del fuego: alumnos, padres y profesores. Otra vez, cortinas de humo.

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