Mi relación con las corbatas, empezó desde muy pequeño. En mi colegio, San Felipe Neri de Cádiz, aunque no existía uniforme oficial, la corbata era prenda habitual de profesores y alumnos. Lucíamos entonces unas pequeñas corbatas plasticosas de cuadros escoceses que se prendían al cuello con un elastiquillo regulable. Más adelante, la costumbre se fue suavizando, pero la corbata debía vestirse obligatoriamente en ceremonias y actos públicos. Un amigo mío, Eladio, tenía a su padre enfermo y por ello, pasaba largas jornadas, encamado en su domicilio. Era un hombre muy cariñoso que disfrutaba cuando le hacíamos compañía, para aliviar el tedio de su situación. Una tarde, cansado de hacerle el nudo de la corbata, a su hijo, decidió que nos enseñaría a hacérnoslo, nosotros mismos. Con un par de ejemplares, aprendimos a anudar, el "medio Windsor" y el "simple", para no olvidarlos nunca.

En el cole, existía una asignatura de Urbanidad en la que un profesor, dijo una frase que se me quedó grabada para siempre: "en lo único que puede ser vanidoso un caballero, es en la elección de su corbata". Desde allí, empezó para mí un largo idilio con esa prenda, que dura hasta estos días en que ya, ¡ay! casi ni la uso. Durante mi viaje de novios en Florencia, descubrí una tienda, cerca del Ponte Vecchio, que me atrajo por las corbatas del escaparate. En el interior, las estanterías estaban llenas de pequeños cajones alargados, sin ninguna marca externa y reinaba en el ambiente, un cálido olor a madera de caoba. Luciano, el dueño de la tienda que llevaba su nombre, me preguntó qué tipo de corbata quería. Se llevaban entonces las de escuditos y pedí una. Lo sucedido entonces, fue de chiste. Las había de escudos militares, universitarios, deportivos y dentro de ellos se clasificaban por armas, países y colores de fondo. Cada una de las corbatas, tenía su cajoncito del que las extraía con maestría, para enseñarlas. La visita a Luciano fue a partir de entonces, obligada en cada viaje a Florencia. En uno de ellos compré una preciosa, de color azul marino con elefantitos bordados en plata. Reconocí una igual, en el cuello de Mario Conde y pregunté a Luciano por ello. Me dijo que Conde era una bellísima persona y un gran cliente. Luego me preguntó sobre los problemas legales que estaba teniendo y opté por la mentira piadosa- estaba en la cárcel- de declarar sus problemas, como circunstanciales. En estos días, Loewe, otra de mis marcas de culto, ha cerrado su línea de fabricación de corbatas, porque ya no se venden. A partir de ahora serán, el último refugio del dandi.

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