Comienza la función

Se abre el telón y comienza la función y en el patio de butacas vuelve la vida y las risas y los aplausos y las miradas

Se abre el telón y sale María Luisa Merlo y con ella todo el peso del teatro clásico español. Vino a contarnos con su maestría de toda la vida un montón de 'Mentiras inteligentes', con Jesús Cisneros, Ana Escribano y Jesús Valverde. Vino a conmovernos con la tierna inocencia de su interpretación, justo dieciocho meses después de tener que cancelar su función en el Florida por la declaración del estado de alarma. Pero, hoy la vida sigue, el teatro sigue. Un teatro de ese que no usa trampa ni cartón, ni youtubers de moda. En suma, un teatro hecho a partir de buenas historias y de actores como la copa de un pino que saben contarlas y que hacen gala de su profesionalidad a cuerpo descubierto, tengan la edad que tengan. La sabiduría, la inteligencia y la memoria, bienes tan valiosos como etéreos se dejaron caer por Algeciras este sábado. María Luisa Merlo deslumbró con el perfume de los años bien vividos y el oficio de quien es carne de escenario desde la cuna.

Se abre el telón y comienza la función y en el patio de butacas vuelve la vida y las risas y los aplausos y las miradas, aunque sea detrás de la mascarilla. Es el teatro un lugar mágico, lleno de complicidad, de sonidos, de silencios, de imaginación y de ilusiones, que lidia con las cargas y descargas emocionales a las que estamos sometidos a diario. Mucho más ahora, en una sociedad aún convaleciente de confinamientos, herida en el alma, privada de besos, de paseos y de arte de ese que te eriza el vello o te saca una sonrisa de lo más profundo de tu ser sin que te des cuenta. Y ello sucede gracias a otras tantas personas que se dejan la piel a diario para que ese instante de ilusión suceda y se convierta en algo parecido a un sueño. Son los técnicos que operan los teatros en silencio, y lo llevan en el alma, como un cantar. Se mueven como sombras, pero viven como hadas en las entrañas del teatro. Y, aunque no salgan a saludar, son quienes hacen posible la magia.

La cartelera de otoño deja caer sus hojas sobre el calendario, como las hacen caer los árboles del parque María Cristina y, las butacas, que han esperado pacientes en silencio, se llenan hoy del bullicio de un público sediento de todo, ávido del frenesí de eso que llamábamos vida normal. Se abre el telón y echan a volar los sueños y la alegría del retorno… Y los bares, ensordecedores, acogen los brindis de amigos, que sienten que la pesadilla comienza a dar tregua. Porque la vida se abre paso y vuelve para quedarse. Tal vez de otra manera, sí. Pero vuelve. Nunca vi un patio de butacas con ojos tan llenos de esperanza, tras una espera que se ha hecho demasiado larga. Comienza la función.

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