La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Colón, Montanelli y las inquisiciones

Ante las nuevas inquisiciones recuérdese el consejo de Ortega: "Conviene que tengamos fauces discretas"

En su artículo Colón: de oficio, esclavista el compañero de página y amigo Tacho Rufino ponía ayer sentido común en el carnaval de la reescritura políticamente correcta de la historia que, paradójicamente, hace lo que hacían los inquisidores que tanto dice odiar: censurar, quemar, derribar, borrar. En este caso, afortunadamente, solo estatuas. O tal vez no, por desgracia. Kevin Spacey o Woody Allen han sido excomulgados, obras de Platón, Shakespeare o Mark Twain han sido manipuladas o se ha solicitado su eliminación de los planes de estudio y se ha incluido en el nuevo Index librorum prohibitorum progresista "Lo que el viento se llevó".

Que un asesinato policial en EEUUconduzca al ataque a las estatuas de Colón en España o de Montanelli en Italia es resultado de muchos errores y manipulaciones: desde juzgar el pasado sin conocimiento de los hechos y con criterios del presente a juzgar el mérito de una obra por la moralidad de su creador. Es una ola de puritanismo global, como han dejado claro los estudiantes italianos al pedir la eliminación de la estatua de Montanelli: "Como los movimientos globales como Non Una Di Meno y Black Lives Matter nos han enseñado y continúan enseñándonos, todas las luchas son la misma lucha, en un mecanismo interseccional de transformación del presente y el futuro".

Un giro curioso en quienes se dicen progresistas. Todo, hasta las mayores aberraciones, valía antes para derribar lo que llamaban estrecha moral burguesa. En 1955 Beauvoir defendía a Sade -adorado por los surrealistas- en ¿Hay que quemar a Sade?. Dos años después glorificó a Mao en La larga marcha. Puestos a borrar cantores de abusadores, violadores y genocidas podría empezarse por ella y Sartre, que defendió todas las dictaduras comunistas genocidas desde Stalin a Pol Pot. Pero no se trata de borrar y prohibir, y tampoco de absolver, sino de pensar y estudiar con rigor documentado. "Conviene que tengamos fauces discretas" recomendaba Ortega.

Por cierto, y a propósito de Colón el esclavista, escribió Breton en el Primer Manifiesto Surrealista: "Me pasaría la vida provocando las confidencias de los locos. Son sujetos de escrupulosa honradez, y su inocencia sólo es igualada por la mía. Fue necesario que Colón zarpara en compañía de locos para que se descubriese a América. Y ved cómo esa locura ha ido tomando cuerpo y ha perdurado". ¡Prohíbase!

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