Aapartada de las redes, mi hermano me alerta de que algo le sucede a Blanca por las numerosas muestras de apoyo que recibe. Me comunico con ella por otra vía y con honesta fortaleza le pone nombre y apellido al diagnóstico. Desde el corazón me nace ofrecerme a cualquier necesidad que tenga y a partir de ahí su lucha me acompaña en mis meditaciones, que es la forma de orar que tengo. En una de ellas, justo al finalizarla, entra la bellísima canción de Antony and the Johnsons, Bird Gerhl, y será la emoción sin filtros la que dicte las posteriores palabras. Le envío el tema explicándole que para mí siempre ha sido una chica pájaro, con un vuelo bello y sensible y con alas grandes y hermosas. Su contestación fue que le encantaba lo de "chica pájaro" y que lo que ahora había que controlar eran nuestras "cabezas-jaulas"; eso, me encantó a mí.

Y es que a Blanca Orozco siempre la sentí una mujer libre y apasionada. Coincidimos de colaboradoras en la Cadena Ser; sus personales crónicas del día a día me interesaban por su colorida frescura. Desafortunadamente, compartimos pocos encuentros pero las dos nos teníamos perfectamente ubicadas y sus escritos hablaban mucho de ella, igual que su principal pasión y dedicación: la pintura.

Algo que en la distancia nos acercaba era el amor por la poesía tan presente en su vida y obra. Decía que era pintora de nacimiento y que hacía poesía a brochazos. La palabra siempre le fue necesaria y por eso la incluía dentro del cuadro "como una mancha más formando parte de la composición". Reconocía abiertamente tener solo lo justo bajo control; en sus muestras había un laborear de base y una idea pero nada estaba cerrado ni en su trabajo ni en los montajes; esto le hacía presumir humildemente de disponer de seguridad como un valor adquirido a través de sus tablas. El gran enemigo de Blanca, ella lo decía, era el aburrimiento al que había que cogerle carrerilla y adelantarlo porque su presencia era sinónimo de desánimo.

Nada es casual y esa desbordante intensidad que le puso a todas las facetas de su vida, coloreando las nuestras, fue para condensar en pocos años los que otros en muchos no conseguirán vivir ni por asomo. Su despedida ha sido multitudinaria y sentida. Nada de negros; en los abrazos buscando consuelo se mezclaban su paleta de blancos.

Bella chica pájaro, qué generosas pinceladas nos dejas en el cielo.

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