Así se titula el libro de Sabine Rewald (del 'Met' de Nueva York) sobre Balthasar Klossowski (familiarmente conocido como Balthus), aludiendo a sus dos principales obsesiones pictóricas, los gatos y las adolescentes. El museo Thyssen-Bornemisza de Madrid exhibe en estos días una excepcional muestra de la obra de este pintor francés de ascendencia polaca y un estilo figurativo tremendamente personal (sus cuadros son tan reconocibles como los de Hopper o Modigliani) que sin embargo, y antes que por su calidad artística, es célebre por la polémica que generan sus pinturas (obviamente no en las que aparecen mininos sino aquellas en las que las protagonistas son jovencitas). Desde su primera exposición individual de París en 1934, la controversia ha sido compañera inseparable de su producción pictórica. Balthus pinta a las adolescentes en ese fugaz periodo de la vida en que están dejando la infancia para entrar en la pubertad. Emplazadas en entornos impersonales y sin trascendencia, las jóvenes son representadas por el pintor en momentos de abandono o ensoñación, en posturas desinhibidas ajenas a la presencia de un hipotético observador. Las peculiares poses de las chicas suscitan múltiples niveles de interpretación y, aunque el autor afirma haberlas pintado en toda su pureza como "los ángeles que dejarán de ser al convertirse en mujeres", estas adolescentes semidesnudas y en actitudes presumiblemente sensuales resultan tan perturbadoras -y ese es el logro de Balthus- que la perversidad, la tensión y el tono inquietante de las pinturas no los pone él… sino la mirada del espectador. En 2014 el museo Folkwang de Essen suspendió una exposición de su obra ante las protestas que señalaban "su desagradable trasfondo pedófilo", acusando al autor de "pervertido y pornográfico" y en 2017 el 'Met' rechazó una petición online apoyada por miles de firmas que solicitaba la retirada de una de sus mas famosas obras: Therese dreaming que muestra a Teresa -la pequeña vecina que le servía de modelo- reclinada hacia atrás y con su ropa interior visible en una postura que algunas personas podrían considerar sexualmente sugerente. Aunque, en su opinión, las jóvenes púberes que, por ejemplo, publicitan productos de belleza alientan la concupiscencia sin sutileza alguna y reflejan una sexualidad bastante más explicita que la de sus modelos, Balthus (como antes Egon Schiele o Hans Bellmer) pertenece a ese grupo de artistas cuyas obras incomodan a quienes las contemplan porque tienen el poder de invocar sus más recónditos y oscuros instintos. En estos tiempos de hipócrita puritanismo y primacía de lo políticamente correcto, la exposición de Balthus es una estimulante sacudida para la mojigatería imperante en la sociedad actual.

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