Casino de Algeciras

Sabemos de nuestra inhabilidad para la conservación y defensa del patrimonio, las tradiciones, los lugares y la identidad

En 1906 se celebra la Conferencia de Algeciras, cuando ya hacía 10 años de la fundación de la Sociedad Casino de Algeciras. Imagino al algecireño Profesor Armenta Díaz tomando nervioso algún aperitivo en su sede, con su reunión de esperantistas y masones, poco antes de presentarle el idioma que había creado éste a los conferenciantes, por si fuera de interés para sus naciones.

Pero no tuvo éxito alguno, y como tantas joyas nacidas del talento y creatividad de los que por aquí habitan, cayó en el más absoluto de los abandonos, sin que siquiera se conserve una copia de su manual en el archivo municipal. Aunque se dice que al menos, tal lenguaje desconocido, fue utilizado para el intercambio de información secreta entre el ejército polaco y los aliados, durante la II Guerra Mundial. Bien es cierto que el intento de expandir una lengua universal, era una auténtica entelequia, pero quizá sí que hubiera merecido ser algo más recordada la idílica odisea. Otros hubieran hecho una película.

Esta es un magnífica ciudad, que sabe reinventarse y reconstruirse desde el olvido, como la historia ha demostrado, y se documenta en la leyenda de su escudo. Ello le deviene sin duda de la mescolanza de gentes con distinto origen que aquí terminaron, de las influencias que le proporciona el ser cruce de caminos, y también, del hecho de siempre estar al albur de lo que dispongan los que velan por intereses ajenos a la propia ciudad.

Pero todos sabemos la manifiesta inhabilidad de esta ciudad para la conservación y defensa de de su patrimonio, de sus tradiciones, de sus lugares y de su identidad. Y el idioma Armenta, aquí nacido, es peculiar ejemplo de lo anterior. Otro ejemplo de ello, menos anecdótico, es el cierre de la sede del citado Casino, historia viva de nuestra ciudad desde el año de su fundación, 1896, y que ha sido protagonista de innumerables momentos decisivos, en lo cultural y en lo social; incluso también en lo político, como demuestra la icónica fotografía del presidente Suárez en su terraza, tomada por Foti del Águila.

Pero parece que a los algecireños, todos culpables, no nos merece la pena conservar vivo tal legado. La absoluta falta de masa social que renueve la institución, y de ingresos por tanto, hacen que se haya tenido que acordar la venta del histórico edificio. Otro atentado más a nuestra memoria. También responsable es el Ayuntamiento, que no ha sabido o no ha querido ayudar al Casino, ocupado en pagar la larga lista de subvenciones a asociaciones y entidades que nadie conoce pero que tienen un agradecidísimo estómago, o a tanto inútil asesor municipal.

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