Carmen Calvo sí

Este Gobierno que tanto predica el diálogo cree que en cuestiones de sexo todo puede encerrarse entre un sí y un no

Lo mejor del temor de Sánchez a los medios -qué presidente de derechas podría permitirse el lujo de un primer mes de mandato sin una sola comparecencia pública; claro que qué políticos no socialistas podrían gastarse 15.000 euros en un lupanar sin ser triturados por la prensa…- es que ha permitido el pleno regreso de Carmen Calvo, su inverosímil vicepresidenta, como profesional del titular. Los años no la marchitan, pero tampoco la trocan en discreta, y ahí está ella dispuesta a ocupar el trono de reina de la extravagancia que Màxim Huerta tenía reservado en este Gobierno de pitiminí.

Ya saben de lo que hablo, y si no prueben a poner en su buscador simplemente "Calvo sí": "Si una mujer no dice sí expresamente, todo lo demás es no". ¿Es posible una mujer que ya cumplió, como servidor, los sesenta e ignore lo mínimo que hay que saber sobre esas cosas? Al sacarse el titular del bolso, quizá para que esta semana no se hable del vergonzoso encuentro de Sánchez con Torra, doña Carmen ha hecho añicos todos los ritos de aproximación, galanteo y consumación vigentes en Occidente desde que hace al menos mil años estallara el "amor cortés", prodigioso movimiento cultural que aunó a damas, duques y juglares en la Europa cristiana y caballeresca. Entonces se encontró el amor entre un hombre y una mujer tal como aún lo practicamos, y entre tantos hallazgos se hizo del beso en los labios, antes mero sello de lealtad feudal, esa maravillosa señal de entrega recíproca que hace de cualquier "sí" verbalizado poco menos que un rebuzno.

Doña Carmen no sabe nada de eso, o afecta un culposo desconocimiento que ya ha alarmado a los juristas y a todo hombre o mujer que crea que el Gobierno, aunque sea socialista, no puede ignorar que entre el sí y el no, en cualquier faceta de la vida, caben tantos matices como circunstancias y caracteres. Este Gobierno, que tanto predica las bondades del diálogo con golpistas, terroristas y asesinos, cree que en cuestiones de sexo todo puede encerrarse entre un sí o un no, sin "quizás", "sí, pero" o "no, aunque" que los reconcilie o aplace. Un mundo de caricatura de lo humano, como muy de los Simpson, en el que un "Sí" o un "No" en un pósit, en la puerta del frigo o en el espejo del baño, puedan significar absolución o condena en el juicio que este feminismo zarrapastroso, puritano y ateo nos quisiera montar a todos.

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