En las ciudades con historia se suceden los palimpsestos, que a veces sugieren el imperfecto conocimiento que tenemos de ella. Algeciras, varias veces destruida y varias fundada desde el olvido, es un buen ejemplo.

Las obras destinadas al Centro de Interpretación de Paco de Lucía se están viendo afectadas por la continua aparición de diferentes capas de ocupación a lo largo de un tiempo que no siempre ha discurrido con la placidez de los buenos recuerdos.

El edificio en el que se están efectuando las actuaciones que reconocerán al músico más ilustre de la ciudad posee un velado pasado a sus espaldas. A mediados de la década de los sesenta del siglo pasado albergaba unas dependencias sanitarias donde tenían despacho recordados médicos y hacia donde las tardes de los viernes acudían en profana comitiva un buen número de mujeres que por aquel entonces ejercían la prostitución en los aledaños de la calle Munición, vía que inspiró al guitarrista algecireño. Camino de reglamentarias e higienistas revisiones, desde las sombras del cuartel de Infantería, el sol poniente se reflejaba en unos rostros que caminaban Calvario arriba con capas de maquillaje barato, cotizadas pestañas postizas, vistosas alhajas de bisutería y un olor a jabón fenicado de Gibraltar que permanecía en las aceras tras el paso de prendas ceñidas, medias de red y coloridos zapatos de tacón que la mirada de niño transformaba en mitos prohibidos.

El frontero ficus del Secano dejó de acoger visitas y consultas médicas, la vecina Perseverancia fue derribada, se perdió el olor a jabón llanito y la casona acabó albergando la jefatura de la Policía Local. Llegaron años de movida y botellona, conciertos y muchedumbres que tomaron las calles en desmedidos encuentros de estruendosas madrugadas, hasta que la reforma actual ha sacado a la luz restos apenas presentidos. En la trasera de la parcela, donde se tiene previsto erigir un auditorio acorde con sus nuevas funciones, en vez de previsibles restos de fortificaciones que conformaban el recodo noroeste de la ciudad medieval, se han encontrado imprevistas inhumaciones que podrían corresponder a un cementerio visigodo del que no se tenían noticias. Estos hallazgos han hecho retrasar plazos de conclusión de unas obras, que no deberían ser preocupantes si ayudan a conocer mejor el ayer de una ciudad varias veces destruida y refundada.

El tiempo no debería medirse en meses, ni años, ni siquiera en periodos electorales; actúa con la incansable constancia de las virtudes eternas y detrás de la ejecución de este Centro de Interpretación late una buena oportunidad para dedicar un espacio al algecireño más universal donde se muestren diferentes estratos de la compleja evolución urbana. Bajo el auditorio de Paco de Lucía podrán reposar capas del palimpsesto de su ciudad: buena metáfora de una existencia marcada por la fuente y el caudal que deben fluir con renovada transparencia.

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