Le ha salido rentable a Podemos su cambio de actitud con respecto al PSOE en Castilla-La Mancha. Con sólo dos diputados en el Parlamento autonómico han logrado una vicepresidencia y una consejería importante en el Gobierno del socialista Emiliano García-Page, al que antes ni siquiera le aprobaron los presupuestos. También García-Page ha cambiado, y muchísimo: de estoico sufridor del acoso podemita y partidario de Susana Díaz en la pelea con Pedro Sánchez ha pasado a aliado de Podemos y firme oficiante de la estrategia sanchista. Por su interés particular.

Podemos de Castilla-La Mancha se ha dado el baño de realismo que pretendía Íñigo Errejón y que fue derrotado en el segundo congreso de los ex indignados a manos de Pablo Iglesias. Una paradoja. Errejón gana las batallas después de muerto. ¿Y el PSOE? Aparte de la tranquilidad de García-Page en su feudo, el PSOE deja la puerta abierta a repetir la experencia del pacto de izquierdas a nivel nacional. Ya coligados en ayuntamientos capitalinos, gobernar juntos por vez primera en una comunidad autónoma, aunque sea de segunda categoría, puede ser el anticipo de un Gobierno de coalición en España. Para echar al PP "lo antes posible".

Es lo que pronostica Echenique, que el pacto castellano-manchego marque el rumbo de una futura moción de censura contra Rajoy, esta vez encabezada por Pedro Sánchez y no por Pablo Iglesias. Pero es también lo que no descartan los actuales portavoces federales del PSOE, y en esta ocasión sin alzar líneas rojas entre los aliados. Observen la inquietante declaración de José Luis Ábalos, secretario de Organización de los socialistas: "Ante las necesidades para llevar adelante un Gobierno no pueden plantearse algunas cuestiones a nivel de principios". O sea, si es posible llegar al poder, en Castilla o en España, ¿a quién se le ocurre poner trabas por que quienes lo van a hacer posible quieran liquidar la Constitución democrática y sustituirla por otra cosa?

Los números son obstinados: la suma de votos de PSOE y Podemos sigue siendo inferior a la de PP, Ciudadanos, PNV y canarios. Pero mayor resulta la obstinación de Pedro Sánchez, inasequible a los designios de la realidad. Se define por una mezcla insólita de ambición y candidez, no sé en qué porcentajes. Piensa que cuando madure su pacto con Podemos, el respaldo de Ciudadanos caerá como breva madura y, sobre todo, que los votos de separatistas, abertzales y republicanos le serán otorgados ¡sin condiciones! Que basta con que el PSOE sea mayoritario en la oposición para que los demás lo hagan presidente del Gobierno sin exigirle nada a cambio. No hay ninguna experiencia histórica que lo avale.

La candidez de Pedro viene de esta convicción optimista y desahogada. La ambición no hace falta explicarla. Gracias a ella obvia que perdió las elecciones ante Rajoy. Dos veces.

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