Campo Chico

Alberto Pérez de Vargas

Había que estar allí

Con la sensación de que conmigo venían sus compañeros del Instituto, anteayer me fui al funeral en memoria de Leli; que era como llamábamos al coronel de Infantería, Rafael Salas Arjona. Fue a las siete de la tarde en la bella parroquia castrense de Santa María de la Dehesa, en la colonia militar de la Dehesa del Príncipe. Una barriada del distrito de Latina, que al oeste de Madrid linda con los términos de Alcorcón y Leganés y acoge la salida de la capital hacia el suroeste. En la Dehesa del Príncipe tenía su casa familiar Rafael, después de unos cuantos destinos, entre los que estuvo, cuando era teniente coronel, el de observador de las Naciones Unidas en Centroamérica, entre los años 1982 a 1996, donde coincidió con otro de nuestros ilustres paisanos, el comandante, ya retirado, Manuel Pérez Vigo.

Me acerqué a su mujer, Mercedes y a sus hijos para, arrogándome una representación que no poseía de iure, hacerles saber que sus compañeros de aquella entrañable institución educativa del cerro del mercado, estábamos allí. El cura, un hombre joven con las ideas claras y una envidiable dicción, nos habló de Rafael, de su fe y de su proximidad, de su actitud solidaria y de su gran disponibilidad para lo que hiciera falta hacer en aquella comunidad parroquial. Antes, una mujer a la que pregunté por la ubicación de la iglesia, cuando salí de la estación de metro de Cuatro Vientos, me preguntó si iba al funeral de un militar de Algeciras. Me explicó que había pequeños carteles por la barriada que lo anunciaban.

Un catafalco de claveles en la disposición cromática de la bandera de España, presidía la ceremonia

En la misa se rezó una oración “por España”, que no conocía, uno de cuyos párrafos dice: “preserva la unidad de la nación y ampáranos bajo el manto de Nuestra Madre inmaculada y con la intercesión del apóstol Santiago, patronos del pueblo español”. Un catafalco de claveles rojos y gualdas en la disposición cromática de la bandera de España, presidía la ceremonia, señalando el lugar en el que habría estado de cuerpo presente nuestro compañero. Un coro de jóvenes entonó, acompañado por los feligreses que se sabían la letra, los párrafos más señalados para las solemnidades militares, de “La muerte no es el final”: “Cuando la pena nos alcanza…..Ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz”, que compusiera, en un momento de gran tristeza, el cura vasco de Hernani, Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991) , y adoptarían, hacia 1981, las Fuerzas Armadas españolas como himno del ceremonial a los Caídos por España.

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