Hasta ahora, el debate sobre la educación en nuestro país giraba sobre la ley educativa de turno, modificada sistemáticamente por cada Gobierno que llegaba al poder, siguiendo como referente la Logse de 1990 que, por una cosa o por otra, es la que ha venido rigiendo con mayor o menor fortuna. Una ley rompedora en su momento, ambiciosa, progresista, criticada por muchos hasta demonizarla sin haberla leído. Mal estudiada y peor aplicada, posiblemente su peor defecto haya sido la ineficiencia, pues su correcta implantación exige un presupuesto que las autoridades no pueden o simplemente no quieren (en España, la Educación nunca ha sido prioridad) dotar. ¡Un pacto por la educación!, gritan a coro los bienpensantes, como si los buenos resultados se consiguieran a golpe de BOE.

Los resultados de la última oleada del Informe PISA que la OCDE presenta cada tres años arrojan esta vez datos más interesantes. Para nuestra desgracia, Andalucía no se baja del último vagón, tampoco en rendimientos escolares. Al desasosiego de constatar una vez los pobres resultados que cosechan nuestros alumnos en comparación con otros de distintos sitios, le sigue la rutina de las justificaciones de sus responsables, como si la cosa no fuera con ellos y la sempiterna carencia de conocimientos del andaluz medio fuera otra maldición bíblica, una especie de deuda histórica sin fecha conocida de pago. Por supuesto que condicionantes como el índice de vida o la renta per cápita influyen, pero entonces ¿por qué una región como Castilla y León alcanza tan buenos resultados? En mi opinión, porque la gestión es tan o más importante que la norma.

Como pasa con los centros, las comunidades que hacen bien las cosas, sin aspavientos, gestionando los recursos de manera eficiente y yendo de verdad al meollo de los problemas, consiguen sus resultados ya esté en vigor la Logse, la Lomce o como quiera que se llame. Aquí criticamos a la Junta, pero dense una vuelta por internet y vean las críticas, por ejemplo, al Gobierno del País Vasco, que con uno de los índices de vida más alto sigue perdiendo puestos, entre otras razones porque el 85% de los alumnos estudia en euskera cuando sólo lo hablan con habitualidad el 14%, un lastre sin sentido. Otros, sin hacer ruido, siguen haciendo camino. Y me ha venido a la memoria la canción de Gabinete, ¡anda que se equivocaron mucho nuestros Bécquer y Machado…!