El fallecimiento de la reina Isabel II y el ascenso al trono de la corona británica de su heredero, Carlos III, ha coincido en un período de profundo de cambio de ciclo. A la hora de su fallecimiento, la monarquía y los países sobre los que reinaba eran totalmente diferentes al escenario político, social y económico de la época en que ascendió al trono en 1952. El imperio británico ya no existe y sus sombras solo permanecen como vestigios del pasado y en las reminiscencias nostálgicas de quien se aferra a lo que fue. En la actualidad, el Reino Unido está sumido en una profunda crisis de inestabilidad e incertidumbre acelerada por la desastrosa gestión del Brexit y de las consecuencias de la nefasta decisión de abandono de la UE. Con un rol cada vez más irrelevante en las relaciones internacionales, no dispone de capacidad para abordar los serios problemas que castigan una potencia media en un mundo globalizado e interdependiente.

El fallecimiento de la reina ha coincidido con una crisis bélica de magnitud desconocida en Europa que no solo pone pone en peligro a Ucrania, sino también a todas las naciones democráticas que sienten la amenaza directa y las consecuencias de un régimen despótico que encuentra en los regímenes occidentales libres su enemigo. Pero ese enemigo iliberal bajo formas de populismo que se encuentra muy incómodo en el estado de derecho está ya también en el corazón de Europa. Esta semana hemos conocido los resultados electorales en Suecia, con un avance espectacular de la extrema derecha excluyente. Todas las encuestas muestran un ascenso del partido neofascista Hermanos de Italia que auguran que puede hacerse con el poder en ese país, una de las grandes potencias europeas.

Además del cambio de ciclo en lo político, con el debilitamiento de los regímenes democráticos y el reforzamiento de las tendencias populistas iliberales, que se agudizarán con una probable victoria del Partido Republicano en noviembre, este caluroso verano de 2022 marca también el fin de un ciclo de políticas económicas y sociales. "El fin de la abundancia", es la alerta que dio el presidente francés Macron en un valiente y polémico discurso pronunciado en agosto que anuncia los profundos cambios que se avecinan para los países occidentales en forma de alza de precios, problemas de suministros, disrupciones en el sistema energético, etc.

Finalmente, el verano de 2022 ha mostrado los efectos devastadores del cambio climático. Ya no es necesario leer informes de la comunidad científica. El cambio ya está aquí es percibible fácilmente por la población en forma de una sequía devastadora, temperaturas extremas, fenómenos meteorológicos anormales, etc.

Fin de ciclo, tiempos de cambio y de incertidumbres. La reina ha muerto. ¿Viva el rey?

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