El régimen de Franco trajo pantanos, desarrollismo y películas dobladas al castellano. En 1943, el Ministerio de Cultura y el Sindicato Nacional del Espectáculo coincidieron en potenciar la industria del doblaje en España, prohibiendo las versiones originales y facilitando la aplicación de la censura cinematográfica. Nuestro país se desmarcaba de la tónica general que permitiría a los jóvenes europeos crecer con un razonable manejo del inglés, que nosotros habríamos de buscar, con relativo éxito, en las academias de idiomas.

Pocas debieron visitar los jefes de Gobierno anteriores a Pedro Sánchez, quien sorprendió en 2018 respondiendo a la prensa en Bruselas en un inglés fluido. Sus antecesores dejaron momentos simpáticos o vergonzosos al verse en estas tesituras, con la salvedad de Felipe González, que se manejaba bien con el francés.

La dictadura también trajo el turismo como primera industria nacional (que, aunque sea una actividad del sector terciario, el de servicios, en España nos empeñamos en denominarla como 'la' industria). Con las reformas de los tecnócratas, las divisas remitidas por dos millones de emigrantes (la mitad 'ilegales', sin contrato de trabajo en destino) y la inversión extranjera en un país pobre y descapitalizado, se produjo el 'milagro económico español' de los años sesenta. Y los españoles se hicieron camareros y taxistas, a la par que obreros industriales.

Hoy, para atender a los turistas, hacen falta camareros (y médicos, enfermeras, kellys, guías, cocineros…). Pero no los hay. Los 83,5 millones de visitantes extranjeros en 2019 parece que regresan a la España de sol, playa, monumentos y exquisita gastronomía, aunque falten decenas de miles de camareros y de empleados en otros muchos sectores, como la construcción, el transporte, la agricultura o la marina mercante. En un país con 2.880.582 de parados, el 13,1% de la población activa (SEPE, junio, 2022), los datos llaman la atención.

El desajuste entre la formación profesional y las ganas de trabajar de algunos con las demandas del mercado laboral español, junto a frecuentes casos de explotación, impiden rebajar esas altísimas tasas de desempleo y, de camino, las de la economía sumergida (20 % del PIB), otra auténtica ruina.

Hace 60 años, el hotel Reina Cristina de Algeciras se consideraba la mejor escuela práctica de hostelería, pero los jóvenes acababan emigrando por los salarios de miseria que percibían; hace 40, nos pagábamos los estudios como camareros en verano, sin tener que salir fuera; hoy, muchos de nuestros chicos, titulados universitarios, aprenden inglés poniendo pintas en pubs del Reino Unido.

¡Qué caro nos ha salido el doblaje de las películas!

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