Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Calatayud se apunta al insulto

Siendo de lamentar que se acuñe otro nuevo palabro o acepción de palabra como "naturalizar", en vez de utilizar "institucionalizar" o "hacer costumbre", que un vicepresidente promueva el convertir en natural el insulto en una sociedad es un síntoma de su decadencia y radicalización. No hay más que darse una vuelta por las redes sociales para ver que no hace falta que Pablo Iglesias abandere esta iniciativa contra uno de sus cinco jinetes de su apocalipsis estratégico: el que tiene como enemigo a la prensa (no a toda, claro). Los otros cuatro cabalgan furiosos contra la Iglesia, la monarquía, las "cloacas" del Estado y "la casta" política…, bueno, esta última ya no es tan conveniente; ser casta puede ser cuestión de tiempo y de sentir el embriagador aroma del poder.

No hace falta ser de una generación que marcaba el diccionario en las páginas donde había palabrotas para haber sido educado -he ahí una clave- en la creencia compartida de que insultar es un recurso impotente y censurable del bocazas, del que mamó leche agriada, el que en vez de argumentos profiere descalificaciones: cabrón, hijo de puta, maricón; otros más finos como canalla o ladrón. El insultón con tablas, el que tiene el esófago repleto de cristalitos, nunca soltará por la boca otros entrañables y del TBO como botarate, alcornoque, melón, ceporro, cebollino. A mí particularmente me encanta carajote, pero sé que eso no debe decirse a alguien a la cara. Y esto no es hipocresía: para insultar a alguien a la cara hay que tener fundados motivos. O evitarlo. A veces, en vez de la contención -madre de la educación-, es el miedo a que te vuelen las gafas lo que hace que reprimamos el insulto. Por eso las redes son un chollo para el faltón, sea o no a la vez una mala persona.

Descorazona que Iglesias ponga a sus enemigos totémicos como diana de salivazos y buenos insultos. Pero casi más que sea un juez quien lo haga. Un juez, Calatayud, con muchos seguidores del lado Este del arco político, a quienes parece entrañable que llame en sus juicios "morito" a los menores que le llegan al juzgado. Un juez de verbo justiciero que ha dicho que "tenemos los políticos más tontos y maleducados de la historia", así sin mayores matices ni límites temporales. Calatayud se da mucha traza de poder sustituir a otro juez proclive a sacar pecho público -eso no va en su oficio, señorías- y embargado por los vicios de poder, como Serrano, por fin defenestrado por Vox. En este plan, vamos a acabar a leches… que es lo que queda en el arsenal dialéctico tras agotarse los insulto.

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