El mástil

Margarita / García Díaz / Malgara_gh@hotmail.com

Cadena perpetua

HAY épocas en las que determinados dichos recobran significado. El consabido "el poder corrompe", máxima por excelencia del anarquismo, sobrevuela rozando las cabezas de muchos de nuestros líderes.

Hay quienes, como Acton, afirman, sin embargo, que "el poder sólo tiende a corromper, pero el poder absoluto, corrompe absolutamente". Frase que entronca con esta otra de Tácito "el poder conseguido por medios culpables, nunca se ejercitó en buenos propósitos" y que Kennedy expresó "aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomos de un tigre acabaron dentro de él".

Parece, por tanto, que quien ostenta el poder corre el riesgo de convertirse en un ser perverso, sobre todo quienes han accedido a él de forma poco clara. Tal vez por eso Tierno Galván decía que "el poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla".

Pese a todo, nosotros, ciudadanos de a pie, seres anónimos, quizá no entendamos a los auténticos padres de la patria, a esos dirigentes que se convierten en guías y norte de sus pueblos, a quienes son capaces de ver por encima de nuestras pobres vidas desde el ojo de la inmortalidad. Esos que no dudan en unirse al poder como si de un matrimonio antiguo se tratase, "hasta que la muerte nos separe". Gobiernos de cadena perpetua.

Una de las características de los emperadores romanos era su capacidad para convertirse en dioses. Una vez fallecido, mutaba en divino, compartía glorias en el Olimpo, se volvía eterno. Confiemos que muchos de estos perpetuos alcancen esa ansiada eternidad. Mejor pronto que tarde.

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