Los habitantes del Campo de Gibraltar demandan desde tiempo inmemorial tres reivindicaciones que se antojan fundamentales para siquiera poder acercarnos al status de ciudadanos europeos. Una es la ansiada autovía Algeciras-Vejer indispensable para acabar con la pesadilla de transitar en verano a la velocidad de una carreta de bueyes los 20 kms que separan Algeciras de Tarifa; una obra incomprensiblemente postergada cuando otros territorios disfrutan de autovías por las que apenas circulan vehículos. Otra es el estudio epidemiológico que dilucide de una vez por todas si las altas tasas de mortalidad de la comarca tienen que ver con la contaminación industrial o -como defienden las instituciones- se debe al mucho gusto de sus gentes por el hábito de fumar, una afición alentada, sin duda, por el menor precio del tabaco de contrabando. La tercera gran carencia es una adecuada conexión ferroviaria con el resto de regiones españolas. Desde que en 1888 la "Algeciras & Gibraltar Railway Company Limited" planificó y construyó de manos del financiero Alexander Henderson y del ingeniero John Morrison, la vía férrea entre Algeciras y Bobadilla que entró en funcionamiento en 1892, el trazado de la línea sigue prácticamente inalterado y con la excepción de que las locomotoras diésel han sustituido a las iniciales locomotoras a vapor de 4 ejes, la percepción del viajero del siglo XXI apenas difiere de la de aquellos primeros usuarios de finales del XIX. En 1924, John Ford rodó "El caballo de hierro" una película muda que narraba la hazaña de la construcción del primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos que unía Omaha con Sacramento y terminaba con elementos tan icónicos de los westerns como los peligrosos viajes en diligencia o el incierto servicio de correos a cargo del "Pony Express". No obstante, como vemos en el film, el trayecto era toda una aventura: la hostilidad de la naturaleza, los ataques de los temibles sioux o la eventual presencia de atracadores era algo incluido en el precio del billete. Si no fuese por la indumentaria, el pasajero de los trenes entre Algeciras y Ronda, es totalmente intercambiable con aquellos pioneros del Oeste: vía única sin electrificar, frustrante lentitud del convoy y viejos apeaderos jalonando la vía. Tal vez, una partida de bandoleros encabezada por émulos de "Pasos Largos" o "El barquero de Cantillana" descendiendo por los barrancos del cañón de las Buitreras o acechando el tren cerca de la cueva del Gato le darían al trazado un aire pintoresco que justificaría en algo la vetustez de la línea. La cosa tiene mala solución ya que la reivindicación política comarcal es puro postureo "alternativo": los mismos que la abanderan cuando viven en la oposición son los que hacen oídos sordos cuando están en el gobierno.

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