En 1869, en el estado de Utah se produjo el encuentro entre las dos líneas de ferrocarril (Central Pacific y Union Pacific) que conectaban la población de Sacramento en California con Omaha, ciudad de Nebraska a orillas del río Missouri. Nacía así el primer ferrocarril transcontinental. Tal epopeya aparece en el episodio denominado "El ferrocarril" de la multioscarizada película de 1962 La Conquista del Oeste. En él se narran las peripecias de los hombres de la Union Pacific que además de enfrentarse a la titánica tarea de atravesar las Montañas Rocosas se encontraron con la dificultad de tener que desafiar a los indios Arapahoes, expertos cazadores de búfalos cuyas tierras debía cruzar el trazado. Richard Widmark es el obstinado ingeniero de la compañía que no dudará en seguir adelante con el recorrido planificado por más que se quejen los indios; Henry Fonda es el cazador de búfalos contratado para buscar el alimento de los trabajadores y George Peppard el oficial del Ejército encargado de negociar con los nativos para evitar conflictos. Sin embargo -como solía ser habitual- los blancos engañan a los Arapahoes y estos, hartos ya del dichoso "caballo de hierro", se vengan provocando una estampida de búfalos que está a punto de frustrar el proyecto si no hubiese sido porque la determinación de aquellos pioneros era inquebrantable; como dice Richard Widmark cuando sale magullado de debajo de una locomotora: "Yo moriré, o seguiré viviendo… con el ferrocarril".

A pesar de que al contrario que aquel indómito territorio de los Estados Unidos, el sur de España ya era una región civilizada desde tiempos de los romanos y, que se sepa, nunca han existido tribus de nativos que se opusiesen a la construcción de infraestructuras y de que ni por asomo el relieve local es equiparable a los grandes obstáculos que ríos y montañas supusieron para el trazado norteamericano, el tren no llegó a Algeciras hasta 1892 y si lo hizo fue por iniciativa de empresarios británicos que pretendían un enlace ferroviario con Gibraltar. En 2019 la situación es parecida a la que el inglés Juan Morrison dejó el día de la inauguración de la línea Bobadilla-Algeciras: una vía única, sin electrificar y con una gran incertidumbre de los viajeros sobre la duración de su viaje. El aislamiento ferroviario del Campo de Gibraltar ha supuesto que aún arrastremos el atraso y el subdesarrollo de finales del XIX. Siendo ya evidente la ineficacia de los políticos para revertir tan infortunada situación bien podía ADIF aprovechar la coyuntura para convertir el viaje Algeciras-Madrid en una auténtica aventura escenificando un ataque de los indios a la altura de Gaucín, un asalto de forajidos en los alrededores de Jimera de Líbar y, por ejemplo, una obstrucción de la vía por una manada de reses (retintas) en los arrabales de Ronda. El viaje duraría lo mismo… pero sería mucho más entretenido.

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