Me gusta la vida burguesa agreste. Derroto hacia la mar, pero el campo tiene sus cosas que llaman como el destino; será la tierra. Ante la belleza de la primavera que viene, y me gustan sobre todo estos regresos fugaces al invierno, uno se pregunta de dónde brota el frenesí por la infelicidad del ser humano, celebrada además en esta semana de pasión y muerte, ahórrenme la resurrección si para llegar a ella he de tanto sufrir.
La mentira de las ideas sustituye a la vida. En mi retiro pagado, elitista, leo la pentalogía sobre su vida de Thomas Bernhard, me dice un amigo que mentirosa, que era un aficionado a las buenas mesas de familias buenas; para el caso, lo que tengo son sus libros, y cuaja en mí esa desesperación consciente de saber que no hay remedio para lo humano, y que en los tres primeros años de cualquier nuevo inquilino de la Tierra destrozamos su inocencia para siempre. Como idea estúpida, se me ocurre pensar en que esos soldados que batallan en Ucrania se unieran para desobedecer las órdenes de los diseñadores de la muerte, y me gusta hasta que reparo en que unos cuantos traicionarían el movimiento por intereses insignificantes... y me doy de bruces contra la Humanidad entera.
Leo la novela última de ese grandísimo prosista que es José María Conget, que sí está ahí pero menos que otros cuyas obras no se le acercan ni de lejos. Cenas de amigos es un retrato coral de gente arrastrada por la vileza absurda de la vida, situada en la Sevilla del 15M en Las Setas, nos deja con su manera única de narrar el ahogo de sabernos condenados a la incertidumbre, a la ingratitud de un destino que, aunque nos creamos seguros en nuestra burguesía cultivada y decadente, puede jugar hasta destruirnos... y sus herramientas serán las mismas de siempre para nuestra humana comedia: el amor, la lascivia, la riqueza y el soborno puesto en nuestras manos de indolentes sin solución.
Y ahí está nuestro Conget con el adjetivo exacto, la ironía derramada, el humor chocarrero y fino, las conversaciones entrecruzadas y con interpolaciones, a veces, truncadas porque una lección experimentada ya sabe cómo terminan... y porque todo lo humano ya ha sido escrito antes. Y qué musical es su prosa, para ser leída en voz alta.
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