PARECE evidente que es necesaria una profunda transformación del modelo energético para hacer frente al cambio climático, actualmente el mayor desafío contra el que debe luchar la humanidad. La dependencia en la quema de combustibles fósiles y la emisión de gases de efecto invernadero son sencillamente incompatibles con el futuro del hombre en nuestro planeta. La transformación energética hacia fuentes limpias y renovables es, en consecuencia, el eje central de un ineludible planteamiento alternativo de los modelos de desarrollo.

Ahora bien, la transformación hacia un sistema de generación de energías limpias y renovables debe hacerse de una forma ordenada y bien planificada. Un buen número de empresas ha identificado el sector de las energías renovables como una potente inversión de futuro, receptora de un generoso diluvio de dinero público, en gran parte procedentes de los fondos europeos Next Generation, que movilizará recursos de una cuantía sin precedentes. Además, la necesidad de lucha contra el cambio climático ha facilitado las modificaciones normativas de una regulación que impedía en España el desarrollo de proyectos e inversiones en energía renovable. Todo ello ha dado lugar a una lluvia de proyectos, fundamentalmente de energía fotovoltaica sobre todo el país y, por supuesto, en los municipios de nuestra comarca que disponen del suelo necesario. Estos proyectos acumulados podrán causar un fuerte impacto negativo en los territorios donde se proyectan implantar, afectando al equilibrio ecológico, destruyendo el paisaje e impidiendo actividades agrícolas y ganaderas tradicionales y sostenibles. Como era previsible, la avalancha de proyectos fotovoltaicos ha encontrado una fuerte oposición social en varios municipios de la comarca.

Transformar radiación solar en energía sin emitir gases de efecto invernadero es un planteamiento excelente en principio y una contribución indispensable para que junto a otras fuentes de energía limpia, como la eólica o mareomotriz, sustituyan progresivamente la obtención de energía mediante quema de combustibles fósiles. No obstante, es absolutamente necesario realizar una planificación rigurosa y ordenada de las instalaciones fotovoltaicas incluso a un nivel supramunicipal que configuren un modelo racional que mitigue los impactos negativos y compense adecuadamente los sectores perjudicados.Conviene realizar esta planificación de forma coordinada entre todas las administraciones, empresas y sectores afectados antes que la burbuja fotovoltaica transforme un recurso útil y rentable en un problema adicional en nuestra muy castigada comarca.

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