Buenistas y malotes

Se llevan los malotes, por decididos y valientes, mientras que el buenismo es denostado por blandengue

En el fútbol, como en la vida, siempre ha habido partidarios del juego bonito y quienes prefieren menos filigranas y más resultados aún a costa de confundir el balompié con el rugby. Hoy en día, son los segundos los que ganan por goleada. Perdió la poesía y se llevan los malotes, por decididos y valientes, mientras que el buenismo es denostado por blandengue. Se argumenta que la vida es una lucha constante que no admite titubeos, pactos, cesiones ni demás zarandajas, y en la que si unos prosperan y otros se quedan rezagados es simplemente porque los primeros se lo merecían y los otros no. Se trata de personas huecas incapaces de sentir compasión, de comprender y de idear, convencidas de que la imaginación desestabiliza. Por eso nunca se emocionan con ningún libro y no hay canción que les arrebate. No van al cine, porque les obliga a estar en silencio y a desconectar su Whatsapp; además la última vez que fueron a ver Dumbo les entró un ataque de urticaria al escuchar a toda la sala llorando ante escenas que ellos consideraban hilarantes. Les atraen el poder y el dinero. No escriben, porque requiere tener algo que decir. Prefieren los restaurantes a los paisajes; nunca han dormido al aire libre; son fiables por predecibles; nunca lideran, pero mandan mucho; nadie los quiere, pero muchos les temen. Gustan de todo lo grande y ganador; no sienten nada por el resto. Su frase preferida es "con un par".

Su directriz es el ejercicio de la autoridad de manera ordenada; sólo creen en el triunfo; nunca se cansan, ni vacilan; no tienen color preferido; ni pertenecen a lugar alguno salvo a sus despachos. Sus trajes son todos iguales y jamás llevan pajarita. De su boca nunca salen palabras malsonantes, ni sonrisas espontaneas; cuando hablan se escucha el silencio. Los malotes aborrecen elogios y lamentos por considerarlos muestras de debilidad; adoran las certezas de los estúpidos, y sólo temen a quienes caminan al margen de las manadas que ellos conducen.

Y aciertan. Porque creyentes y ateos; inocentes y pecadores; falsos y borrachos; sabios e incultos; cobardes y valientes; vagos y vividores; profundos y simples; rebeldes y pasotas; ingenuos y pesimistas; confusos y miedosos; buenistas ingenuos todos que creen que vivir es una aventura compartida y apasionante, y no una guerra, son personas cuya fragilidad es la materia esencial de la que nacen los sueños. Porque aspiran a algo mejor. Y soñar es un arma mucho más poderosa que cualquier piedra por dura que ésta sea.

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