El representante británico ante la Unión Europea ha solicitado a su homólogo europeo, Michel Barnier, que no acuda a Londres esta semana para continuar con las negociaciones tendentes a buscar un acuerdo que defina el marco de relaciones futuras del Reino Unido con la Unión Europea cuando termine el período de transición, a partir del 1 de enero de 2021. Al parecer, se le ha informado de que esta semana las negociaciones pueden continuar exclusivamente por vía telefónica.

La semana pasada, el extravagante y algo desconcertante primer ministro Boris Johnson anunció ante el Parlamento que todos los británicos deben prepararse ante la eventualidad de un Brexit duro, esto es, la ausencia de acuerdo. En definitiva, el Reino Unido pasaría a estar en relación con la Unión Europea en una situación similar a estados sin ningún tipo de acuerdo, como Australia, aplicándose, en consecuencia, los principios del libre comercio internacional.

Tal vez pueda tratarse de un movimiento táctico para reforzar su posición y forzar la posición europea, hasta la fecha caracterizada por la unidad y la firmeza negociadora, pero lo cierto es que se trata de un movimiento extraordinariamente peligroso ya que cada vez hay menos margen de maniobra en las negociaciones y cada vez estamos más cerca del abismo que significaría la ausencia de un acuerdo.

El peor escenario es sin duda, en mi opinión, la incapacidad de las partes para llegar a un acuerdo, independientemente de quién sea el responsable. Las consecuencias negativas que todos los expertos identifican en muchos ámbitos no las sufrirán solo los británicos, sino que afectarán a todo el continente con enormes implicaciones negativas económicas y sociales, en un contexto extraordinariamente complejo como el actual agravado por la pandemia.

Sin duda, en este rincón del sur del sur de la península desde donde escribo esta columna, este escenario de ausencia de acuerdo presagia un horizonte futuro cargado de incertidumbres y temores a ambos lados de la Verja. Necesitamos un acuerdo global entre el Reino Unido y la Unión Europea que permita a su vez insertar otro bilateral España-Reino Unido en torno a Gibraltar que proporcione un marco de seguridad jurídica que no solo contribuya a mantener la fluidez del paso por el puesto fronterizo, sino que sirva de estímulo a la inversión y a consolidar la confianza de todas las partes implicadas para profundizar en ese espacio de prosperidad compartida que deseamos para Gibraltar y el Campo de Gibraltar.

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