Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Bravura

'La Manada' es una variante sureña de la naranja mecánica, una historia de toros bravos y mansos villanos

Reconocí su voz. Uno de los muchos periodistas que informaba desde Pamplona de la sentencia contra la famosa Manada era el mismo que cada año, pasada la primera semana de julio, narra con una precisión de entomólogo los detalles de cada uno de los encierros de los sanfermines de Pamplona. Esos madrugones televisivos que nunca se perdían mis dos lloradas madres, Maruja y Pilar, la biológica y la política, a las que veo juntas en una foto de mi boda, precisamente el día de San Fermín de 1989, junto a un niño de seis años que llevaba las arras, el sobrino de la novia, Antonio, que ayer precisamente celebró el convite de su vínculo conyugal.

La voz de los Sanfermines informaba de uno de los sucesos más lóbregos de los últimos tiempos, de ese cinco-uno, todos para una, cobardes mosqueteros con la nocturnidad y alevosía de la casapuerta y la bravuconada. Una variante sureña de la naranja mecánica que alguna vez Anthony Burguess contó que escribió para pagarse la compra de una vivienda y Kubrick convirtió en una película espeluznante que en España hubo que esperar a la muerte de Franco para su estreno.

Esa narrativa de los encierros convertida en liturgia de las mañanas de julio, la antesala de las tardes del Tour de Francia, me llevó a una analogía: a diferencia de estos bellacos inconscientes, los toros bravos que corren los encierros de Pamplona son nobles por naturaleza, atletas de la dehesa trasladados a un medio hostil como es el asfalto urbano. Una bravura que no existe en esta manada grupal y cobarde. Vidas vacías en el caldo de cultivo de una sociedad sin horizontes, lo que ocurre es que contra esa evidencia no se manifiesta nadie. El mayor castigo, sobre todo para sus familiares, es pregonar sus nombres en los programas de máxima audiencia, que vayan de boca en boca. Esa condena, que no es tanto jurídica como moral, no tiene reparación posible ni le valen recursos. Pero la gente quiere más. Y ésa es una de las paradojas de este caso tan repugnante de toros bravos y mansos villanos. Hay un sesgo ideológico en virtud del cual ciertos líderes critican en nombre de la reinserción la prisión permanente revisable contra asesinos en serie y violadores sin escrúpulos y, sin embargo, miden con distinto rasero el caso de la Manada, este quinteto que ha vertido basura sobre una ciudad, sobre un cuerpo lleno de héroes y de mártires y sobre una fiesta que cautivó a Hemingway y a Ava Gardner.

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