Boquetes del cinturón

Hay que ir pensando de dónde vamos a ahorrar ahora, no vayamos a pagar los de siempre

La sesión de control al Gobierno nos deja dos sonidos para la reflexión. El primero es el hueco, casi eco, en el que hablan los diputados que sí acuden al Congreso. Impresiona más y el control se ejerce igualmente con ese puñado de personas, que representan a sus diputados del mismo modo que los diputados nos representan a nosotros. En el hemiciclo semivacío las voces de los portadores se escuchan mejor, con un timbre más auténtico, sin tanto arropamiento runrunero de la parroquia respectiva.

Lo que nos llevaría a preguntarnos si, entre las medidas de ahorro que irremediablemente habrá que articular más pronto que tarde, no podría estar la reducción de una buena parte de los diputados. En Italia, ya lo han hecho: un ERE a 230 diputados y 115 senadores, que se dice pronto. Sería muy demagógico pensar que las Cortes pueden trabajar con el número de asistentes actual, pero sería muy corporativista defender que no hay margen para el recorte, cuando la figura del culiparlante es una institución reconocida y reconocible.

El segundo sonido de la sesión es ese chasquido moral cuando nombran los millones que se han ido repartiendo estos años en asuntos más o menos ideológicos o, al menos, discutibles. ¿Será posible un recorte significativo en esas partidas? Suena escandaloso cuando se habla de tanto dinero empelado en una agenda tan partidista y escorada, pero, por otro lado, supongo que habrá una resistencia enorme a reconocer que se puede cortar tantísimo por lo sano sin que el país lo sienta o, mejor dicho, dejando que sienta alivio.

El concepto económico de "barrera de salida", o sea, los factores que impiden o dificultan que una empresa abandone una industria o un negocio, además de la dimensión estrictamente económica, que se da aquí en tanto chiringuito, tiene también una dimensión moral. Salir fácil es reconocer que tal vez no se debió haber entrado.

Si queremos paliar los efectos de la crisis económica habrá que ahorrar mucho y, sobre todo, bien. En la pasada crisis, el esfuerzo recayó sobre la clase media y sobre la presión fiscal. Ahora hay que fiscalizar un reparto más homogéneo de las cargas y bastante más ejemplar.

Puede parecer pronto para ir poniendo estas cosas sobre la mesa, pero ya nos conocemos. Los sonidos y las sensaciones de la sesión de control, además, me recordaron que estas cosas hay que hablarlas. No vaya a pasar un ángel, como pasó la otra vez.

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