Blas Infante, 135 años

Infante vive un tiempo sombrío en el que hay que situarse para aproximarsea su personalidad

Las partida de nacimiento de mi padre, Ignacio, está firmada por su primo (hermano) Blas, que tenía entonces veinte años. Eso de que fuera el hijo de Luis, el secretario del juzgado, que estuviera terminando Derecho y anduviera pensando en opositar a Notaría, lo hacían idóneo para el papeleo. Su abuelo, Ignacio, padre de Ginesa Pérez de Vargas Romo, su recordada madre, era el alcalde del pueblo y fue su protector y mecenas. La España decadente de los últimos años del siglo XIX fue el escenario de su educación en una Andalucía marginada, poblada de miseria y analfabetismo. Una burguesía de señoritos que no creía en ella sino para servirse de sus dones, era el reparto de actores a través de los que Blas podía percibir el estado en que estaba su tierra.

Viendo la parafernalia del lunes en la explanada del Hospital de las Cinco Llagas, no se puede por menos que celebrar ese ambiente de reconocimiento tan alejado de los postulados de la vieja derecha. Ni dejar de lamentar el desconocimiento de casi todos los asistentes, del tempo en el que creció el andalucismo político. Peor aún es, no obstante, la falta de rigor de algunos escribas y plumillas, que desafinan hasta en los ecos. Al menos los políticos, salvo los que se niegan a salir de la caverna, tienen por lo general una capacidad adaptativa semejante a la que Darwin suponía para las especies en su evolución biológica. Una vez asumida la Constitución y el Estatuto, lo democrático es conocer la norma y aceptar sus postulados. De ahí el respeto debido a la personalidad política de Blas Infante.

Cuando sale de su entorno familiar, en 1910, es un joven notario de raíces que alcanzan la Andalucía decimonónica. Bien preparado y situado, y con mucho tiempo disponible. Implicado en una sociedad pequeño burguesa inconsciente de su propia identidad, en la que el trabajo escasea y donde el campesino malvive explotado por los propietarios del campo. La tierra es de unos pocos y la inmensa mayoría no alcanza a vivir con dignidad. En lo ideológico domina el krausismo, el pensamiento de un regeneracionismo liberal respetuoso con la Naturaleza, con los derechos humanos y con la entidad cultural de los pueblos. Los nacionalismos están surgiendo en Cataluña y el País Vasco beneficiándose de la existencia de una poderosa burguesía autóctona. Infante vive un tiempo sombrío en el que es necesario situarse para aproximarse a su personalidad y ensoñaciones.

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