Qué verdad es eso de que el tiempo pone las cosas en su sitio. Santa Teresa lo supo expresar perfectamente en unos versos que nunca más que ahora cobran actualidad, aquello del nada te turbe, nada te espante y la paciencia todo lo alcanza… por citar solo los versos que no están relacionados con la fe. El monje trapense Rafael Arnáiz dejó escrito que "toda nuestra ciencia consiste en saber esperar" y un refrán popular afirma que la paciencia es madre de la ciencia. Estas verdades que algunos pensarán que forman parte del pasado, cobran actualidad en estos días en los que el hombre del siglo XXI, habitante de un mundo que fomenta la prisa, la opulencia y la inmediatez, siente miedo de quedarse quieto y encontrarse consigo mismo, dándose de bruces con ese monstruo que lleva dentro.

Tanto como hemos protestado de la invasión de turistas, de la excesiva proliferación de bares, heladerías y tiendas de bocadillos, de la ocupación incontrolada de aceras, plazas y espacios públicos por la plaga de veladores que se había extendido sobre nuestras ciudades, quién nos iba a decir que los echaríamos de menos. Basta darse un paseo, mejor dicho salir por necesidad que es lo único permitido por las autoridades, por las calles y plazas del centro para ser testigos de la desolación que se observa. Iglesias, comercios y bares cerrados, terrazas despobladas, tráfico bajo mínimos, transportes públicos vacíos, cines clausurados, competiciones deportivas desconvocadas… Una tristeza absoluta invade al viandante ocasional que no puede más que echar de menos la actividad inherente a la vida ciudadana.

Nada volverá a ser lo mismo, probablemente, pero si la diferencia estriba en que todo se modere y el ser humano demuestre una vez más que conserva algo de racionalidad, la sociedad saldrá reforzada y los individuos habrán dado un paso más en la evolución, esta vez no material, sino intelectual lo cual es más difícil y mucho más beneficioso. Apreciaremos más que nunca lo que supone sentarse a tomar un café en una terraza, tomar un vino o una cerveza en la barra de un bar, asistir a un partido de fútbol, charlar con los amigos en plena calle. Los hoteles recobrarán su actividad, las tiendas mostrarán sus prendas de temporada y los turistas serán recibidos como si fuesen aves de paso migratorias que anuncian la llegada de las estaciones y con ellas la perpetuación de la vida.

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