La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Bares cerrados, el virus nos desnuda

Los papás no han podido con los hijos y es el Gobierno el que suple la falta de autoridad e impone la ley seca

El Estado interviene para controlar la noche. Já. Los papás no controlan a los jóvenes, no han sido capaces de que tomen conciencia del peligro que sufrimos desde marzo. La Policía no puede, no da abasto para dispersar los grupos de bebedores nocturnos. El Ejecutivo impone la ley seca. Cerrojazo a la España nocturna. Los agentes te cuentan en privado que se pasan estos días dispersando las concentraciones en torno a los bares de moda. La autoridad que falta en casa tiene que ser suplida por la intervención del Gobierno. La noche es del público juvenil en su inmensa mayoría. Ahora vendrá el tonto de guardia a recordar que tenemos las generaciones más preparadas. ¡Menos mal! De nada sirve que nos pongamos las mascarillas, que hayamos estado cien días encerrados, que los abuelos no hayan visto a sus nietos y que se hayan muerto miles de ciudadanos, si los más preparados no valoran que todos tenemos que contribuir a no propagar el virus. Está visto que tanta preparación no ha servido para olvidar el Carpe Diem. Las millas de oro del gin tonic se quedan sin tráfico por imperativo de la autoridad... y de los alquileres. Muchos bares de copas ya habían echado la persiana ante la imposibilidad de hacer frente a los arrendamientos. Ahora, al menos, los que quedaban abiertos podrán acogerse a algún ERTE de la reforma laboral que el Gobierno amagó con modificar con apoyo de los legatarios de ETA. La noche ha dejado de ser joven, quién lo diría, y estará intervenida un tiempo. No se puede confiar en la población porque no hay sentido alguno de la disciplina ni del peligro. Los jóvenes no saben, no quieren saber, o no les interesa saber, que están poniendo en peligro a sus propios familiares. El sistema que les dio pista a los artistas hasta plantear botellódromos oficiales en las grandes capitales, es ahora el que cierra los bares como si fueran los tiempos del blanco y negro. Antes se dispersaban concentraciones en defensa de las libertades, y ahora para que dejen de coger las cogorzas y los virus. El virus pone a cada cual en su sitio. Y esta vez está poniendo a toda una sociedad. Nos está dejando al desnudo en nuestra fragilidad y en nuestra crisis de valores. No tenemos base para hacer frente al peligro que tenemos encima, porque nos hemos pasado demasiados años convirtiendo toda necesidad en derecho. Y, claro, los jóvenes han formado parte de la película. Se han acostumbrado demasiado tiempo a ser elogiados y tenidos en cuenta por el mero hecho de ser jóvenes. Un discurso bobo, asumido de forma lanar, que tiene sus efectos para quien quiera verlos. Ay, Pedro, te ha tocado a ti hacer de padre ante los papás débiles de hoy. Menos mal que no ha sido Mariano.

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