La Barcelona de la Dictadura

El posfranquismo facilitó el entramado legislativo, pero la sociedad española estaba predestinada y preparada

Hace algún tiempo leí un comentario de César Antonio Molina, a propósito de la aparición de Desde mi celda. Memorias de Juan Antonio Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939). El profesor Masoliver ha explicado a lo largo de cuatro décadas, literatura española e hispanoamericana en la Universidad de Westminster, una institución urbana londinense que nació como escuela politécnica y se constituyó en universidad en 1992. Se trata de una figura significativa del todo Barcelona del tercer cuarto del siglo pasado, cuando la ciudad era una fecunda mélange de cosmopolitismo y creatividad, especialmente literaria, que la situaba en la cima de la cultura mundial en español.

Su residencia habitual en Londres, no lo desligó de aquella memorable Barcelona en cuya Facultad de Filosofía y Letras estudió con Blecua, Carlos Seco, Vilanova, Valverde o Riquer. En esa ciudad maravillosa en la que convivió con Clara Janés, Clotas, Gil de Biedma o Barral y la crème de la nueva literatura hispanoamericana. Allá donde un sevillano de fina estampa, José Manuel Lara, creó uno de los grupos editoriales más importantes del mundo. Ahí en donde se elaboraba la inmensa mayoría de la literatura en español que han visto florecer los tiempos. No deja de ser interesante y curioso que una ciudad con esos poderes y muchos más que no son al caso, se encontrara en la España de 1950 a 1975, tan destinada al olvido por algunos actores de esta otra de ahora en la que abunda la malversación de valores que se tenían por consolidados.

Más o menos hacia los sesenta, me encuentro yo en Sevilla primero y en Madrid después con una universidad y una sociedad de una riqueza cultural admirable, en donde las limitaciones políticas propias del sistema no impedían, no podían hacerlo, un dinamismo creativo y crítico, que nos situaba a estudiantes y jóvenes profesores en la primera fila del conocimiento y la participación. Cuando en los últimos años de la década de los sesenta me encontré con la universidad europea, fuera de mi entorno natural, comprobé que en esos parajes idealizados ni se hacía más ni se hacía mejor. Tal vez por eso resultó tan natural nuestra incorporación a la democracia. Sin duda, el posfranquismo facilitó el entramado legislativo y no se resistió a la reconquista de las libertades políticas, pero lo cierto es que la sociedad española estaba predestinada y preparada. Lástima que se hayan estropeado tantas cosas.

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