Según se cuenta en el Libro de la primera navegación del Diario de Cristóbal Colón, nada más desembarcar en la isla de Guanahaní (bautizada San Salvador por los descubridores), el Almirante entra en contacto con los pobladores autóctonos y nos transmite sus primeras impresiones: "Porque nos tuviesen mucha amistad, porque cognosçi que mejor se librarían y convertirían a nuestra sancta fe con amor que no por fuerça, les di a algunos d´ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescueço y otras cosas muchas de poco valor con que ovieron mucho plazer y quedaron tanto nuestros que era maravilla". Sirva el párrafo anterior para dar testimonio de que ya desde los albores de la llamada "Conquista de las Indias", los castellanos utilizaron baratijas y abalorios para, por así decirlo, camelarse a los indígenas y obtener de ellos ya fuese información, servidumbre o metales preciosos a cambio de quincallería barata. Esta práctica fue habitual durante los tres siglos de dominación española y, complementada con un agresivo adoctrinamiento ideológico, permitió a los colonizadores subyugar a los indios para utilizarlos a su antojo todo el tiempo que permanecieron en el Nuevo Mundo. A raíz del comportamiento del actual Gobierno español, parece como si ese espíritu embaucador y fullero de nuestros adelantados en América se hubiese conservado en un gen recesivo para aflorar precisamente ahora que lo que se pretende aniquilar no son tribus indias de ultramar sino el propio estado español. Con la única finalidad de mantenerse en el poder (disfrutando a tutiplén de los privilegios que ello conlleva) la actual coalición de un partido socialista radicalizado con un partido comunista que odia a la democracia tanto como su "padre" Stalin, no ha tenido más remedio que aliarse con gente de la más infame catadura para obtener el suficiente apoyo parlamentario que les permita seguir explotando chollos y chiringuitos. Las contrapartidas exigidas por separatistas, independentistas y filoterroristas van todas encaminadas a la demolición de la nación española y parece en principio una ardua tarea el convencer al pueblo español de que este cambalache entre gobernantes y secesionistas va a resultarle beneficioso. La estrategia utilizada es la misma de los conquistadores, esto es, para que no prestemos atención a los indultos de los líderes separatistas, al acercamiento de presos etarras al País Vasco, a la manipulación de la justicia, a la agresión al idioma castellano o a la manifiesta desigualdad entre españoles en razón a la autonomía a la que pertenezcan, el Gobierno, tras un burdo adoctrinamiento ideológico (estos no son los jesuitas de las misiones americanas), nos deslumbran con baratijas y abalorios: la bajada del IVA de la electricidad; la esotérica ley trans; la desaparición de los suspensos o la supresión del mandato de llevar mascarillas. La cuestión es si reaccionaremos contra este sinsentido o si… somos tan tontos como los indios.

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