La suerte está echada en el frente de Madrid. Esta campaña a la madrileña ha sido la más sucia que se recuerda. Ayuso busca en el último tramo la mayoría absoluta suplantando a Monasterio como insultadora y usurpando a Vox la intransigencia. Ha dicho que Pablo Iglesias es el mal absoluto, que nació del mal para hacer el mal. Nos recuerda a Sartre, el infierno son los otros. Ni ella ni nadie se mira al espejo. En su burbuja cada bloque ignora que hay una distancia sideral entre cómo son y cómo quieren verse a sí mismos.

Ha habido piedras, lanzadas por intolerantes que no querían dejar hablar en Vallecas a los intolerantes de Vox. A los reventadores, Iglesias los ha glorificado como lo mejor de Madrid; algún correligionario suyo había. Hubo balas, enviadas como amenaza a un ministro, la directora de la Guardia Civil, a Iglesias y a la presidenta Ayuso. La candidata del PP ha emulado a Puigdemont, negando las libertades en el resto de España y considerando al Gobierno de la nación su enemigo. A las palabras de campaña se han sumado los cordones sanitarios.

La izquierda quiere poner cerco a la extrema derecha, "como se hace en Europa". Esto de los cordones sanitarios es como el monstruo del Lago Ness, todo el mundo habla de él, pero nadie lo ha visto. Salvo en Alemania y también en Francia, aunque no siempre, partidos similares a Vox han encabezado gobiernos, han sido segundos de coaliciones, han tenido ministerios, han apoyado a ejecutivos o han decidido referendos en la última década en Polonia, Hungría, Austria, Italia, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Dinamarca, Noruega, Finlandia... Los dos bloques de la política española consideran ilegítimos una parte de los escaños adversarios, lo que equivale a poner en duda los derechos políticos de quienes votan a esos partidos. Ayuso ha advertido que no tendrá ningún complejo en pedir apoyo a Vox. Tampoco Sánchez tuvo empacho en recurrir a los ultranacionalistas independentistas para echar a Rajoy y ser investido tras las elecciones de 2019.

Convendría levantar la vista. En Alemania, la retirada de Angela Merkel tras 16 años de canciller dejará un vacío. Los Verdes encabezan las encuestas para las elecciones de septiembre, delante de los democristianos, y los socialdemócratas superan a los liberales. Queda por ver si habrá cordones sanitarios a La Izquierda heredera de los comunistas de la RDA y una escisión del SPD, y a la extrema derecha Alternativa para Alemania. Y en Estados Unidos, Biden imita a Roosevelt con un nuevo contrato social: sube los impuestos a los más ricos, requiere a las grandes tecnológicas a cumplir con el fisco e invertirá miles de millones en cohesión social e infraestructuras para relanzar al país. El mundo coge otro rumbo distinto a las piedras, las balas y los cordones sanitarios. Parece que llevamos retraso.

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