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Son los padres y madres quienes más instan a sus hijas adolescentes a deshacerse del que viene

Estos fueron los abortos practicados en España en 2021, según el Ministerio de Sanidad. Desde hace años hay complacencia indisimulada, casi regodeo, en la comunicación de estas cifras rondando el día de los Inocentes, incluso dando de lleno en la diana. Puesto que los datos corresponden al año pasado, cuesta creer que no estén disponibles desde hace semanas, pero bien está, por otra parte, que quienes aún conservan una mínima sensibilidad ante este genocidio consentido y promovido tengan así una prueba más del Moloch al que se enfrentan.

¡Cuánto me hubiera gustado poder titular este artículo con un número inferior y lo más alejado posible de 88.269! Porque ese fue el de los abortos practicados en 2020, que se ve ahora superado en casi dos mil. Llegará un día en que estas cifras ignominiosas serán arrojadas sobre la memoria de esta generación responsable de la nueva barbarie que irrumpe. Porque es difícil no relacionar, no ver el hilo sangriento que une la monstruosidad del aborto como industria y hasta como derecho, con los otros daños que se provocan con toda conciencia a una sociedad anestesiada e idiotizada. Que podamos aceptar, en un país que se cree avanzado, progresista y civilizado, que más del 21% de sus hijos concebidos sean eliminados y tratados como basura, nos define más allá de todas las buenas palabras y de las declaraciones altisonantes a beneficio de inventario.

De esta inmensa cohorte, 312 corresponden a abortos practicados a niñas menores de 15 años. Eso duele por la realidad de esas 624 vidas truncadas y golpeadas -las de los bebés, pero también las de las jóvenes madres empujadas a los abortorios-, pero al mismo tiempo muestra, ante su insignificancia frente a los más de 90.000 abortos totales, la vacuidad del único debate que el PP, en otro y remoto tiempo sedicente defensor de la vida, se permite en torno a este tremendo problema social, demográfico y moral: el del consentimiento paterno en estos casos. Como si no fuera cierto que son los padres, especialmente las madres, quienes más instan a sus hijas adolescentes a deshacerse del que viene. Parece una característica de nuestro tiempo eso de centrarse en detalles casi irrelevantes y absurdos -una prueba concluyente es el cínico conflicto por la "ley trans" en medio de la absoluta absorción del programa máximo del lobby LGTB- para eludir debates de fondo sobre aberraciones compartidas.

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