Aquí

Juan Bonilla localiza en Google Maps las casas habitadas o los lugares donde vivió experiencias decisivas

Estoy bastante muerto últimamente. Ha crecido en mi corazón un pájaro. Un pájaro que come corazones". Con esta poderosa imagen empieza el hermoso texto en prosa que abre la última entrega poética de Juan Bonilla, Horizonte de sucesos, libro espléndido donde el jerezano, un autor proverbialmente discreto que como él mismo ha afirmado quiere ponerles las cosas difíciles a sus biógrafos, deja como en otros títulos de los últimos años -recordamos ahora algunos relatos de Una manada de ñus o ciertos Poemas pequeñoburgueses', entre los que figuraba uno dedicado al padre, El día de regalo, particularmente memorable- pistas que admiten una lectura en clave de memoria personal, dicho sea con las obligadas precauciones cuando se trata de literatura. El famoso epílogo de El hacedor de Borges, donde un cartógrafo que se propone reproducir los contornos del mundo descubre en las líneas del mapa los rasgos de su propio rostro, le sirve al narrador como punto de partida para la idea que articula el recuento, titulado Aquí. Y esta no es otra que localizar en Google Maps las casas que ha habitado desde la remota infancia y adolescencia en su ciudad natal, o también los lugares donde vivió experiencias decisivas, "momentos de felicidad abrasadora o profunda desventura", y ver si de los diferentes aquís resulta, como en la escueta y sugerente fábula del maestro, algo parecido a un autorretrato. Jerez, Barcelona, Sevilla, Madrid o Málaga y de nuevo Sevilla, en concreto el Aljarafe como provisional fin de trayecto, sin contar los viajes -o excursiones o huidas- y estancias internacionales en Dubrovnik, Manhattan, Benarés, Roma, Cuzco, La Habana, San Petersburgo, Londres, Miami o San José de Costa Rica, son algunas de las etapas de su itinerario, referidas en una enumeración de corte perequiano -de Georges Perec, el maravilloso autor de Me acuerdo, no en vano fue Juan Bonilla el primero que pudo leer en castellano ese libro inolvidable, les regalamos la pista a los futuros biógrafos- y tan deslumbrante como la del modelo francés por su capacidad de decir mucho con pocas palabras. No desvelaremos un gran secreto si avanzamos que las líneas de ese mapa, como las que saldrían de cualquier otro, forman un dibujo caprichoso e inextricable, resultado del bendito azar, de las errancias y las sucesivas pérdidas. Un garabato sin sentido, pero quizá no insignificante. En el relato del poeta, la sucesión de puntos semeja "una serpiente que ha ido creciendo y creciendo, buscando por toda la superficie del planeta el modo de regresar al paraíso". Y en eso, aunque apenas hayamos salido del pueblo, se parecen todos los mapas.

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