Que el abogado de Juana Rivas declare al saberse la condena contraria a su defendida que tal sentencia supone "un absoluto y rotundo fracaso de la Justicia española" ("e italiana", añade sin rubor) es un síntoma de la quiebra de un estado de cosas. Otro letrado, defensor de los taxistas de Barcelona que pelean contra Cabify y Uber, declara, tras una medida del TSJC, que la sentencia -por ser contraria a los clientes que le pagan- es "escandalosa" y que este es un país cuya Justicia es "vergonzosa". Si tal maximalismo verbal por parte de peritos miembros de la Justicia es no ya exagerada, sino quizá digna de sanción, lo peor del asunto es confirmar que la abogacía no es ajena a la infantilización generalizada: "Si la pelota no es para mí, la pincho, ea". Pierdo un juicio, pataleo, descalifico, insulto. Tiene su lógica, claro: cobraron y, en el caso de Rivas, dando peligrosos consejos: pásese la ley por el forro, clienta, a coro con asesoras indignadísimas y sumarísimas. Y pasa lo que pasa. En este país se corre el riesgo de ser lapidado si se dice que Juana o Juan Rivas deben respetar la ley, y si no deben ser castigados. Que su ex marido o ex mujer podrían estar siendo acusados en falso por aquello de que la mejor defensa es un ataque. Que el juez o la juez está para no permitir eso. Y que la presunción de inocencia es igual para hombres que para mujeres.

Juana ha sido condenada a cinco años de cárcel y a perder un tiempo insustituible la custodia de sus hijos por pasarse a la torera la ley por indicación de sus defensores con o sin honorarios. Lo más grave es el daño que se hace a los niños. También descorazona confirmar que el feminismo de dogma es demasiado trivial. Que en algunos casos, como éste, el tiro le sale por la culata (por culpa de un juez heteropatriarcal, hombre, por favor). Si la madre se descerebró o fue agredida más de una vez la vida conyugal es algo que valora el juez, que aplica una ley que no es precisamente machista en España, sino todo lo contrario. Que la violencia suele ser masculina, sin duda. Que decimos muchas pamplinas machistas, también. Que hay hombres a quienes siendo inocentes los encierran en pijama, los hay. Lo que ya es para poner pie en pared -o borrarse-es que se anime a una mujer sin norte y sin razón a ir al talego y dejar de ver a sus pobres hijos. Porque tanto al abogado defensor y la asesora estrella de Juana como a Ana Rosa Quintana animándola a delinquir no los van a encerrar. Ni a privar de sus hijos.

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