Apropiación cultural

La característica básica de Andalucía ha sido desarbolar fronteras para que su cultura se desborde hacia fuera

La reciente consagración de Rosalía merece, como fenómeno social, un detenido análisis. Sean cuales sean sus valores artísticos, su éxito reclama una reflexión que vaya más allá de la que suele dedicarse a un llamativo espectáculo. Mas este espacio no es lugar adecuado para ello, aunque si hay una cuestión tangencial, menor, que podría abordarse, dado que la prensa la ha convertido en tema recurrente. Y atañe de manera muy directa al papel desempañado por la cultura andaluza. Una cierta opinión crítica, quizás desconcertada ante ascenso tan prodigioso, ha resaltado, con intención negativa, la supuesta "apropiación cultural" que del mundo del flamenco realiza la joven catalana. Se traslada así a un caso español una terminología muy utilizada en los estudios antropológicos, sobre todo norteamericanos, para denunciar la actitud de aquellos que se apropian de otra cultura para expresarse en nombre de las minorías concernidas, explotando una historia y una experiencia que les resultaba inicialmente ajena. Un enfoque peligroso porque -tras su aparente defensa de lo autóctono- esconde todo un sistema de exclusiones en la transmisión de la vida artística y cultural. En principio, nacer en una tierra o criarse en determinado ambiente quizás predisponga para ciertos quehaceres, pero esas facultades pueden ser también adquiridas y compartidas por alguien exterior que ponga su voluntad en ello. Gracias a estos préstamos, las civilizaciones se han enriquecido, traspasándose técnicas, artes y conocimientos.

Por otra parte, desde una perspectiva andaluza, resultaría extraño mostrar, a estas alturas, susceptibilidad alguna ante la apropiación exterior de cualquier faceta de su cultura. Incluido el cante flamenco que está ahí, público y disponible, precisamente para eso: para ser adoptado, transformado y convertido en punto de partida para nuevos logros, por parte de unos o de otros. Sin que por ello, los andaluces se vean obligados a ejercer de guardianes de purezas y esencias. Tal como ha sucedido con tantas otras aportaciones al mundo de la cultura, miles de andaluces, durante casi tres siglos, con el apoyo de pueblos, como el gitano, han contribuido a la existencia y expansión de ese tipo de cante y baile. Pero todas esas creaciones han sido aportadas para ser vividas y aireadas y no para ser mantenidas bajo una tutela patrimonial dedicada a excluir y a excomulgar. Entre otras cosas, porque la característica básica de Andalucía ha sido desarbolar fronteras para que su cultura se desborde hacia fuera y sea asequible para quien quiera asumirla y recrearla como un don propio.

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