La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Apagada por defunción: Juan Tribuna

Ayer (lunes tenía que ser: el día de emisión de los dialoguillos) volvieron a juntarse Tribuna, Méndez y Da Rosa

Cuando se presenta la Canina el respeto exige (o exigía cuando esta palabra tenía sentido) silencio y cierre. Hasta los relojes se paraban en las casas para que su tictac no rompiera el denso silencio ahondado por oraciones y frases susurradas en el ir y venir de la habitación de duelo a la cocina en busca de café, aguardiente o coñac. La última vez que lo viví fue en el severo velatorio de Eduardo Pérez de los Santos. Por ser hermano mayor efectivo del Calvario se le veló en la casa de hermandad, el féretro rodeado por los hachones del paso de su Cristo. Y allí se presentaron de madrugada las buenas gentes del bar Arsenio con unas bandejas de cafés y espirituosos.

Los comercios se ponían de luto echando los cierres y poniendo en ellos el cartelito de Cerrado por defunción. Hasta los bares tenían sus ritos de duelo. Cuando falleció don Santiago Montoto se puso de luto la mesa de La Punta del Diamante en la que hacía tertulia apoyando los respaldos de las sillas en ella, como si fueran las figuras dolientes que ornaban los antiguos sepulcros. Y de luto, con un capote negro azabache, hizo Joselito el paseíllo cuando murió la señá Gabriela, la que le regaló al Gran Poder las jarras que llevan su nombre. El Gran Poder le devolvió el favor llevándosela en 1919 para que no le llegara al oratorio de su casa de la Alameda, en el que se encerraba a rezar ante un cuadro de la Esperanza cuando toreaban sus hijos, la noticia de lo que había pasado en Talavera. Y si Joselito guardó luto en la plaza por su madre, su Madre guardó luto por él en San Gil un 31 de mayo, fecha de luto y gloria en la Macarena.

Viene todo al caso de la muerte de Francisco García Montes -Juan Tribuna-, voz hincada en la memoria de la radio cuya historia contribuyó a escribir, desde el equipo fundacional del Carrusel Deportivo a los dialogillos que escribía para las voces de Manolo Méndez y Pepe Da Rosa, el tito sevillista y el sobrino bético, tan populares que se editaban en libros. Ayer -lunes tenía que ser: el día de emisión de los dialoguillos- volvieron a estar juntos Tribuna, Méndez y Da Rosa.

Como si todavía hubiera respeto antiguo y hermosos símbolos de duelo, pongamos de luto nuestras radios apagándolas por defunción en memoria de Juan Tribuna. Pero sólo un instante, porque más allá de nuestras memorias agradecidas que hoy lo lloran, su nombre vivirá mientras la radio viva.

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