Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Antisemitismo

La superficialidad, la envidia, y en algunos las maquinaciones de otros, están detrás del antisemita a la española

Los españoles tenemos para otros europeos unos rasgos singulares. Uno de ellos es la poca corrección política con la que nos referimos a las razas y etnias o a los extranjeros: decimos negros, moros, gitanos o gabachos con más desahogo que los demás. En concreto en lo tocante a los judíos, la simplificación -y su prima la ignorancia- hace que oigamos denuncias tan encendidas como injustas, que identifican sionismo con judaísmo. O sea: una política imperialista y supremacista asociada a acciones del Estado de Israel confundida con una cultura milenaria. Una cultura tan vasta como compleja, adelantada y de enorme fecundidad para el desarrollo humano, y una religión que, dentro de las tres monoteístas, deja como estelas históricas a las otras dos. Si el cristianismo es un derivado, quizá menor, del judaísmo, el islam responde a la necesidad religiosa de un pueblo cuyo desarrollo e identidad era diferente y antagónica al del otro pueblo hijo de Abraham. Ser antisionista es más que comprensible; ser antisemita es racismo, y odio. Muchos judíos rechazan el sionismo, como muchos musulmanes el yihadismo. No sólo la superficialidad, sino la envidia, y en algunos las maquinaciones de otros, están detrás del antisemita a la española. Antijudío fue Franco, y también lo es en buena medida nuestra izquierda comunista. Muchos de cuyos simpatizantes no saben bien -como usted y yo tampoco- si tienen un cuarterón hebreo. No improbable, por cierto.

Está sucediendo en Europa: la xenofobia hacia los judíos reaviva sus brasas. Con intensidad en Francia, donde vive la principal comunidad hebrea (raza, cultura, religión, mero origen: de todo hay). También está en auge en países como Hungría, donde no hay fuerte implantación musulmana como en nuestro país vecino. Alemania no es ajena a este eco histórico tan inquietante. La izquierda británica, el laborismo, cuenta entre sus filas y entre sus votantes con una notoria presencia de esta corriente: siete parlamentarios suyos han dimitido por considerar que el partido sufre de "antisemitismo sistémico". Si Karl Marx levantara la cabeza…; de origen judío él, como Eisntein, Leonard Cohen o Stefan Zweig; quizá Cervantes fue un converso. Por no mencionar decenas de otras personas clave en el mundo. Los nuevos Shylock de Wall Street y el Mosad son sólo la parte oscura y parcial del devenir poliédrico de un pueblo que, lo dicho, junto a la envidia, da alas a los que alientan a los ávidos de carnaza, siempre reacios a indagar. Todo vuelve. Y con internet, mucho más rápido.

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