Andalucía como problema

Algo se mueve entre escritores e investigadores al poner de nuevo Andalucía como problema en su punto de mira

La vibrante situación política vivida en la Andalucía de los años 70 y 80 del pasado siglo estuvo, a la par, acompañada de un rico despliegue de libros, enciclopedias, historias y estudios, enfocados a dar cuenta de lo que Enrique Baltanás tituló la Materia de Andalucía. Surgió entonces, con una efervescencia que no ha tenido continuación, el deseo de conocer todos los campos capaces de desvelar el pasado de región con tan larga existencia y extensión. Había ilusión por saber las causas, hechos, logros y conflictos que determinaron la razón de ser de los andaluces. Y una buena serie de especialistas se hicieron eco de esa demanda. Fue una época de ambiciosos congresos que las cajas de ahorros de entonces alentaron con generosidad. En muchas casas, las bibliotecas se llenaron con metros de estanterías repletas de ese tipo de libros. Obras que pretendían dar una visión de conjunto de la geografía, historia, arte, lengua, antropología, economía y tantas otras ramas de la vida andaluza. Lo sorprendente de aquella apuesta, espontánea en apariencia, era la necesidad explícita de concebir y analizar Andalucía como un ente global. Hubo una voluntad colectiva, cualquiera que fuese la especialidad tratada, de mostrar el mapa completo de los problemas que constituían las tierras del sur. Este esfuerzo obligó, a veces, a formulaciones un tanto artificiales, pero creó el sustrato para que los andaluces tuvieran un espejo para contemplarse, reconocerse y actuar. Pero este proceso se apagó, poco a poco, en la década de los 90. Quizás faltó voluntad e ingenio político y cultural para mantenerlo y animarlo. Se mantuvo, por descontado, el interés por las cuestiones andaluzas, mas perdió consistencia aquel apremio para articularlas como partes de un conjunto vivo y aglutinador.

Todos estos recuerdos, más o menos nostálgicos, vienen provocados por la grata sorpresa que depara contemplar la aparición de una buena serie de libros luciendo aquel mismo empeño que parecía perdido. Algo se mueve, pues, en la mentalidad de los investigadores y escritores meridionales, al poner de nuevo Andalucía como problema en su punto de mira. Incluso, se puede intuir que un nuevo ensayismo, crítico, polémico, con ganas de debatir, está cobrando cuerpo. Buen síntoma. Por tanto, hay que acoger estas iniciativas. Nada más necesario, en estos momentos, para remover la cultura de una tierra expuesta a dejar pasar las buenas ocasiones. Habrá que hacer todo lo posible, incluidas estas páginas, para que esos libros se lean y ayuden a una nueva movilización.

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