Andalucía también existe

El andaluz maneja unas claves que no entienden los que se jactan de llamar al pan pan y al vino vino

Yo, que siempre he pretendido ser una persona prudente, estoy hasta cierto punto un poco arrepentido de ello. Son muchas las ocasiones en las que la prudencia, tal vez excesiva, se ha confundido con la timidez y la falta de interés. Y nada más lejos de la realidad. Una cosa es el desinterés y otra bien distinta la moderación. Menos mal que el tiempo acaba poniendo a cada uno en su sitio y los imprudentes e irreflexivos terminan en el lugar que les corresponde, al menos la mayoría de las veces, porque la vida no siempre es justa.

Los andaluces somos unos grandes cultivadores de la metáfora y la ironía. Y ello nos perjudica en ocasiones, pues no todo el mundo está capacitado para entender este lenguaje. Como pueblo viejo que somos tenemos muy claras cuatro ideas fundamentales que no todos son capaces de conseguir. Al fin y al cabo no hacen falta muchas más para andarse dignamente por la vida. El andaluz maneja unas claves que no entienden los que se jactan de llamar al pan pan y al vino vino. Esa visión global de la existencia hace que los más primarios piensen que somos una comunidad apática, que no le damos importancia a las cosas, que no luchamos por lo nuestro.

Con el mismo lema que los de Teruel lanzaron su campaña para atraer turismo e inversiones, habría que resaltar que Andalucía también existe. Frente a los que amenazan con el independentismo y los que comercian con su voto vendiéndose al mejor postor, habría que recordarles que Andalucía, y por extensión Extremadura, también existen. Nuestra prudencia no debe entenderse como conformismo ni como desidia, sino fruto de una sabiduría de siglos y una visión amplia de la vida que nos hace valorar más allá de lo inmediato. El andaluz es prudente, pero no apático; bondadoso, pero no necio; senequista, pero no conformista.

Vivimos momentos cruciales en los que los destinos de España dependen mucho de Andalucía. El Estado vendría del norte, pero la cultura viene del sur. Poco se puede hacer sin el voto de los andaluces, aunque en demasiadas ocasiones, por nuestra forma de ser, lo demos sin nada a cambio. La dignidad como andaluces y como personas está muy por encima de intereses cicateros y no se presta al cambio por un plato de lentejas. Pero que no se confundan la amplitud de horizontes con la necedad ni el desinterés con la prudencia. Andalucía, no tengan la menor duda, también existe.

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