Andalucía, pues claro

Escuredo y Clavero acabaron un día con las asimetrías, ahora puede que sea Díaz quien los reemplace

Nuestra presidenta regional, Susana Díaz, dio a la prensa el titular cuando le pidió a Pedro Sánchez que jamás la pusiera en la disyuntiva de tener que elegir entre Andalucía y el Partido. Sin embargo, es una petición inconsistente; por no decir ridícula. La existencia del Partido, de cualquier Partido, tiene sentido si está supeditado al territorio. Más allá de la sensiblería para excitar vibraciones que pudiera generar la solicitud, lo que de verdad parece que Díaz ha querido advertir a Sánchez es que no está por la labor de asumir elucubraciones fantásticas sobre ese confuso concepto de plurinacionalidad. Pero eso supone una fractura interna de alta densidad, pues Díaz lo que está diciéndole a Sánchez es que no va a acatar el dictado del Partido si su futuro va por introducir asimetrías.

Dice Díaz que los socialistas andaluces no son nacionalistas. Por evidente que sea, bien está que lo diga. El lema "Andalucía por sí, por España y la Humanidad" no puede ser más explicito. Ni siquiera Blas Infante era nacionalista, su "Andalucía es la España más España" es la afirmación de una integridad evidente que se manifiesta en el propio himno de Andalucía cuyo contenido libertario es manifiestamente descalificador de cualquier forma de exclusión. Pero es que además, el nacionalismo no puede situarse ni siquiera en las proximidades de la izquierda: es una ideología (?) propia de la derecha troglodita, reaccionaria y retrógrada. Un nacionalista no puede sentirse cómodo en un medio con inquietudes sociales que descarte cualquier concesión a la diferencia.

El PSOE andaluz, sin embargo, es "el Partido de los andaluces" desde que Rafael Escuredo, en los comienzos de la Transición supo identificarlo con la defensa de la identidad andaluza y consiguió arrebatar al Partido Andalucista su pasado y sustituirlo en su futuro. Alfonso Guerra, hombre inteligente (y culto) donde los haya, vio en él un peligro para el progreso de la popularidad de Felipe González, y se ayudó de un poderoso medio de comunicación para acabar con cualquier forma de proyección de Escuredo más allá de sus límites naturales. Dos grandes andaluces, Escuredo y Clavero Arévalo fueron entonces los que acabaron con las alternativas asimétricas. Ahora puede que sea Susana Díaz quien los reemplace, pero seguramente eso abocará a una ruptura inevitable con el engranaje del aparato de cuyas piezas forma parte sustancial e histórica.

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