Andaluces de Jaén

No ha existido voluntad política para programar y enfrentarse con una vertebración económica

Hace un par de días, en estas mismas páginas, Ignacio Martínez, con palabras muy acertadas, abordaba el reciente roce surgido entre Jaén y Córdoba a raíz de la instalación de una base de logística militar. Quisiera insistir aquí en la misma cuestión, no porque su enfoque crítico no hubiera quedado suficientemente bien expuesto, sino para redundar en la importancia de un desencuentro que, de momento, afloró sólo como un síntoma, pero que esconde un problema latente que Andalucía arrastra desde siempre, sin que se perciba conciencia ni programación alguna con vistas a repararlo. Solventarlo no debe ser fácil porque está arraigado en el propio origen y constitución geográfica de estas tierras. Pero la cómoda táctica de encubrir las evidentes desigualdades entre provincias y comarcas sólo aplaza la confrontación con tan viejo problema. Sobre todo, porque aliviar esos desequilibrios fue lo que movilizó a los andaluces para reclamar autogobierno.

No debe olvidarse que hace más de un siglo, los regeneracionistas españoles, en sus excursiones pedagógicas, al descubrir la miseria de lugares como las Hurdes, exigieron de manera prioritaria a los gobiernos una vertebración económica racional de España. Nadie les hizo caso. Como consecuencia, ahora, pasado el tiempo, las dos regiones entonces más ricas quieren independizarse, mientras que, como contrapartida, en una Extremadura resignada los trenes aún marchan al antiguo ritmo de la madera y el carbón. Lo sucedido estos días, con los Andaluces de Jaén y sus aceituneros altivos, exaltados por Miguel Hernández, son sólo señales, meros indicios de agravios, larvados todavía, de una desazón más profunda. Pero ellos y los restantes andaluces saben que no ha existido voluntad política en los anteriores gobiernos de la Junta para programar y enfrentarse con una vertebración económica de las provincias andaluzas. Y, lo que es peor, que esa voluntad y esa necesaria programación reformista y solidaria continúa sin moverse en el limbo de algún despacho administrativo . Siempre, los gobiernos han puesto por delante alguna cuestión más prioritaria -como ahora la pandemia- para aplazar un asunto políticamente difícil e incómodo. Y, sobre todo, se ha evitado que figure en ningún papel, con planificación y fechas que comprometan. De esta manera, la Andalucía invertebrada perdurará hasta el día en que los andaluces de Jaén, o de cualquier otra provincia, dejen de ser un poético verso suelto y se conviertan en ciudadanos altivos con sus inaplazables reivindicaciones.

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