Algeciras, taurina

Al nombrarle Algeciras, se le iluminaron los ojos y nos habló del médico que le había salvado la vida

No son tiempos de libertades, hay sectores de la sociedad española que se burlan del sistema y andan bastardeando el concepto de democracia. Tanto es así que los políticos, siempre precavidos y celosos de sus intereses, propios o de grupo, prefieren no meneallo cuando lo que hace falta es proceder con autoridad. De esa dejación se deriva lo peor de los males que nos aquejan. Y la Tauromaquia está ahora puesta en cuestión por quienes, ni entienden de qué va el asunto, ni les da la inteligencia para comprender las razones que sustentan una tradición ancestral, mediterránea, proyectada desde la Iberia griega o la Hispania romana, que son la misma cosa, a la América hispana.

Se acerca el quincuagésimo aniversario de la plaza de "Las Palomas", y para conmemorarlo se ha constituido una comisión presidida por el alcalde. Podría aprovecharse la oportunidad para afirmar la taurinidad de Algeciras y contagiar a la comarca de un entusiasmo que está necesitando la Fiesta. Pues hasta en la mismísima yanitolandia recala la afición, y la columna vertebral de la ruta del toro tiene en Los Barrios el mejor de sus remansos. Nuestras ferias se nutren de un rico historial y los hitos y el anecdotario taurino generan incontables referencias a nuestras plazas. Recuérdese, por ejemplo, aquel domingo de feria del día 14 de junio de 1914. Los carteles anunciaban a los hermanos José y Rafael Gómez "Gallo" alternando con Diego (Olivé) Rodas "Morenito de Algeciras", que se cortaría la coleta en "La Perseverancia" exactamente dos años más tarde.

El cartel, de lujo, se manchó de sangre con la gravísima cogida de Rafael. Pero allí estaba don Ventura (Morón), que le echó un pulso a la muerte y pudo con ella. El maestro no lo olvidó jamás. Mi padre le conocía personalmente -eran tiempos del bar Los Rosales- y, siendo yo un adolescente, nos paramos a saludarle cuando, sentado en Casa Calvillo, en Sevilla, en la esquina de Sierpes con Jovellanos, apoyaba sus curtidas manos de torero en un viejo bastón. Al nombrarle Algeciras, se le iluminaron los ojos que paseó por tantos ruedos y nos habló de aquel médico que le había salvado la vida. Hay una espléndida fotografía que ha difundido Roca (la legendaria imprenta algecireña) en un almanaque de hace unos años, con Rafael, ya repuesto, don Antonio Roca y el doctor Morón en el hotel Cristina, rodeados de aficionados de casta, disfrutando de la vida y del encuentro.

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