Hace más de un mes que la Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño (AEPA2015) me comunicó que a finales de mayo llevaría a cabo una exposición fotográfica sobre Algeciras en memoria de José María Contreras Notario, bajo el lema "Algeciras, según Contreras", y que tenían en mente inaugurarla con una charla coloquio con las intervenciones de Roberto Godino, su presidente, y la de un servidor.

Ya saben ustedes que Contreras, miembro de esta asociación y enamorado en su grado máximo de Algeciras, dedicó buena parte de sus últimos años a desempolvar páginas olvidadas de la historia de nuestra ciudad y, de paso, a captar con su cámara momentos especiales de todos los rincones que en multitud de ocasiones pasan desapercibidos a nuestros ojos.

Pero AEPA2015 quiere que el próximo viernes 20 de mayo, a las doce, en el Centro Documental José Luis Cano, yo les acerque a ese José María Contreras con el que compartí más de veinte años de trabajo en el baloncesto, al hombre humilde que se entregó haciendo una labor sorda, en infinidad de ocasiones invisible para todos, reconocida, y no siempre, solo por los de dentro de la casa.

No lo recuerdo enfadado. Los jugadores lo adoraban porque siempre estaba para ellos: una bombona vacía en el piso, una paella para hacer equipo, un dominio de sus gustos a la hora de hacer los bocadillos de la vuelta tras los partidos, la utilería supervisada, la serenidad de su experiencia, los antigripales de los muchachos que añoraban a sus madres, la compañía oportuna, los balones, el botiquín y mi consuelo en los huérfanos kilómetros de carreteras que se hacen eternos tras las derrotas.

Contreras fue capaz de ponernos a todos de acuerdo, incluso con sus magistrales arroces que nunca alabábamos para que sufriera, y ejerció como nadie ese rol de solucionador de los problemas domésticos que, al fin y a la postre, son tremendamente importantes en la vida de un equipo.

Así que el próximo viernes intentaré dibujar a aquel Contreras con el que conviví, como si fuera misión sencilla hablar de un amigo con el que ya no puedes hablar. Pero lo intentaré con el mismo cariño que él puso en sus acciones, en sus fotografías, en sus continuos proyectos para ensalzar las historias no contadas de Algeciras.

Seguramente, bastará con poner voz a aquellas conversaciones con las que intentábamos arreglar el mundo. Lo recuerdo y con él afloran los momentos imborrables que vivimos con Luis Alberto Martínez Páez, Wili (preparador físico), con mi Juandi Gudiel (ayudante de Contreras) y con mi Juan Carlos Mateo de mi alma (médico), todos ausentes pero eternamente presentes, con los que tuve el honor de formar el mejor equipo del mundo, el equipazo de mi vida. Nos vemos el viernes para hablar de él…

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