El "España nos roba" con que el independentismo catalán ha retorcido durante décadas la financiación autonómica, y el relato de los agravios, se va a quedar corto con las operaciones de ingeniería contable que está maquinando Moncloa buscando recursos a la desesperada para intentar pagar la factura del Covid. El panorama se oscurece y antes de lo esperado. Será otra propiedad del coronavirus, la aceleración: nos asomamos a una segunda ola de contagios sin necesidad de esperar a otoño y empezamos a palpar el impacto económico del confinamiento con las frías estadísticas del desempleo.
Y todo ello con una respuesta de Europa más tibia y exigente de la esperada (menos presupuesto a fondo perdido y más obligaciones como contrapartida a las ayudas) y unas expectativas de recuperación intensiva tirando del turismo que Reino Unido y Alemania acaban de pulverizar (aunque la cuarentena se baje a 10 días, el daño está hecho) siguiendo el veto que decenas de países están imponiendo a España con efecto dominó.
El lío de los "remanentes" no es un debate menor. Primero fue un globo sonda, luego una propuesta constructiva para dar utilidad social a millones de euros inmovilizados por las medidas de control tras la crisis de 2008 y ahora ya no está claro si es un "chantaje" o una "chapuza". Si es una salida o un atraco.
Simplificando mucho, hablamos de utilizar el colchón de ayuntamientos y diputaciones para dar liquidez al Gobierno. Curiosamente, aunque ahora parezca que es una "medida solidaria" que impulsan los socialistas y critican desde el PP, la primera polémica surgió hace semanas en Andalucía cuando la Junta (PP-Cs) propuso compensar a las universidades un recorte de 135 millones recurriendo a sus ahorros...
La propuesta es compleja y tiene mucha letra pequeña. Pero hay dos reflexiones que nos deberían preocupar: la primera es constatar lo líquidas y maleables que son las reglas de la economía: ¿ayer era imposible y hoy casi es patriótico?
La segunda reflexión casi podríamos hacérnosla a título doméstico y personal. ¿Castigamos al final a los más aplicados? ¿A quienes mejor cumplen y más ahorran? Porque el problema de fondo no es que no seamos solidarios ahora, y contribuyan más quienes tengan el colchón más mullido, es que no hay un plan a largo plazo. Ni a medio. No más allá de decidir que es el momento de romper las huchas. ¿Y luego?
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