Con la violencia con que los huracanes azotan el Caribe, con la seguridad de la llegada anual del Monzón a la India, con la certeza de las inundaciones tras el deshielo, como una bíblica plaga de langostas, han llegado este verano a Tarifa los PMI, léase Pijos Madrileños Insufribles. Son fácilmente reconocibles porque, nada más llegar, se disfrazan de surferos, con bañadores largos, chanclas, llaves del apartamento colgadas al cuellos con un cordón de colores y camisetas del gremio. Dan el cante rápidamente porque el look deseado es tan difícil de imitar como colocarse un sombrero cordobés tal como lo hace un mayoral de ganadería. También pueden detectarse los PMI por la escucha atenta. Cuando oiga usted en el bar pedir unas olivas, en vez de unas aceitunas, ahí tiene usted uno. Cuando en la quietud de un mostrador, se sorprenda con una voz alta, tras de usted, que llama la atención del camarero diciendo: "Me pones un..." y lo que viene detrás es diminutivo como un finito, un riberita o así, ya ha detectado a otro.
Recuerde que esas actitudes, las explicó hace muchos años el andaluz Joaquín Sabina en Pongamos que hablo de Madrid: Allí donde el mediocre se agiganta. Pero no seamos crueles, también tienen el derecho a disfrutar de Tarifa, de sus playas kilométricas de arena fina, de su gente acogedora, que no pierden nunca sus señas de identidad, de su mercado de abastos en que los mostradores del pescado, la carne y las frutas son bodegones hiperrealistas, de los precios de la hostelería que comparado con los que pagan en Madrid, les parecen una bicoca y de esas noches fresquitas, en que cuando todo el país está sufriendo una ola de calor, tienes que echarte una colchita. Tan sólo una cosa, no podemos perdonar: que se quejen del levante. Para nosotros es gloria bendita.
Seamos justos y reconozcamos las aportaciones que nos hacen los PMI y que enriquecen nuestra cultura. Este año nos han traído la novedad de la carrerita. Siéntese en la playa y observe. Cada cierto tiempo, una bella chica, emprende una carrerita hacia la orilla, perseguida por su novio, las PMI le llaman su chico, que frenéticamente la graba en vídeo, con su móvil. Están incluidas los chapoteos en la orilla, las posturitas pícaras y otras tontadas. En puro lenguaje cinematográfico esa técnica se llama travelling, pero yo más bien la consideraría como la superación del selfie y una culminación del postureo, en forma de anuncio de compresas. Ay Dios, menos mal que siempre nos quedará, el Real Madrid.
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