Adolescencia programada

Si quisiéramos tener jóvenes responsables, habría que dejarles mucha más libertad y ofrecerles mejor información

Tenía guardado este título para dentro de tres o cuatro años. Las batallas, para ganarlas hay que darlas a su tiempo, como dijo Sun Tzú o Maquiavelo o el más desconocido y el mejor de todos, Saavedra Fajardo, que no es el mejor por ser español, aunque sí el menos reconocido por serlo. Había planificado escribir un artículo entonces advirtiendo a mis hijos que la adolescencia es un truco de marketing, como la obsolescencia programada, y que se puede pasar por ella sin pasarla.

Pero ahora me hace falta el título, por un lado, y por el otro, veo que quizá la adolescencia ya no es lo que era. La que tenemos no resulta en absoluto rebelde. Sus celebraciones del fin del confinamiento demuestran, sobre todo, dos cosas: 1ª) los chicos han cumplido como probos funcionarios con el confinamiento y 2ª) han esperado el permiso de la autoridad competente para salir de fiesta.

Hay quienes les critican muy acerbamente, pero como no sean las mismas obediencias y docilidades que les aplaudían ayer, no sé qué. Si hubiesen trampeado un poco con el toque de queda, no hubiesen salido en tamaña estampida. Y si salen ahora no hacen nada que no esté conforme con el ordenamiento jurídico.

¿Que ellos podrían ser más responsables? Desde luego, pero eso no se les puede pedir sin autocrítica. A quienes se ha acostumbrado a obedecer a toque de silbato unas normas tan arbitrarias y unas órdenes tan desordenadas como se han visto en el manejo gubernamental de esta crisis se les ha atrofiado el sentido de la responsabilidad. Lógico. De manera que ahora salen a la calle en el día y a la hora que el positivismo jurídico les abre un resquicio del redil.

Si quisiéramos tener jóvenes responsables, habría que dejarles mucha más libertad, además de ofrecerles mejor información. Son tres realidades que funcionan como un nudo borromeo: libertad, información, responsabilidad. O van juntas o ninguna. Ahora tenemos una adolescencia programada, pero no ya sólo por la publicidad y el cine para crear pequeños consumistas desatados. Nuestra adolescencia está programada más que nada para obedecer sin cuestionamientos. Sea encerrarse, sea celebrar, sea comprar, sea protestar, etc.

Tengo todavía unos tres o cuatro años para pensarlo, pero me da que voy a preferir para mis hijos -también en esto- lo clásico. O sea, la vieja adolescencia respondona de toda la vida. Aunque me salpique alguna indisciplina, será más sano.

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